El IVAM programa cine marginal LGTBi de los años 70 y 80
Durante los años setenta y los inicios de los ochenta hubo, en España, un espacio de creación y experimentación que tuvo el centro de sus discursos en las sexualidades disidentes. Todo definido por la convergencia de tres ámbitos de marginalidad (social, política y cinematográfica).
En este clima cohabitaron, entre otros, los directores de cine Pedro Almodóvar, Esteve Rovira, Pierrot, Carles Comas, Rafael Gassent, Lluís Fernández, Antonio Maenza, José Romero Ahumada, el colectivo Els 5 QK’s y Barcelona Súper 8, así como algunos artistas y activistas, como por ejemplo José Pérez Ocaña o Rampova.
Ahora el IVAM programa una serie de proyecciones y conferencias para analizar este fenómeno ligado, no solo al cine, que se fundamental en la historia de la lucha por los derechos del colectivo LGTBi.
La emergencia de los cuerpos disidentes en los espacios públicos
Desde el inicio de la década de los setenta, gays, lesbianas y trans empezaron a organizarse en los primeros colectivos militantes. Desde el pionero MELH, fundado a Barcelona el 1971, hasta los que llegaron después de la muerte del dictador, como el vasco EHGAM, el catalán FAGC, el madrileño FLHOC o el valenciano MAG-PV, los grupos activistas permitieron la organización de las manifestaciones principales, las que registraron las cámaras de José Romero (Barcelona, 1977) y Miquel Alamar (Valencia, 1979), y facilitaron la creación de lugares de encuentro y de actividades culturales y de ocio, como las primeras muestras de cine gay.
Esta cultura incipiente de la liberación sexual pronta se articuló, también, más allá de los colectivos, y los desbordó, quizás, a través de revistas, boletines, pasquines, carteles, libros, películas de ficción y fotografías que circularon por las calles, cuerpo a cuerpo, y dieron testigo de la revuelta y, al mismo tiempo, la alimentaron de imágenes.
La doble militancia marxista/homosexual fue una hecho habitual, de forma que los colectivos de gays, lesbianas y trans se sumaron a causas proletarias, como el Primero de Mayo, y mantuvieron complicidad con otros movimientos, como el ecologista y antinuclear, por ejemplo. Esta tendencia se reprodujo con toda claridad en la esfera cinematográfica, en películas como Orfeo filmado en el campo de batalla (1969), de Maenza. Las películas de Els 5 QK’s, como Identitat (1976), sobre la reconfiguración de las identidades políticas y sexuales en los tiempos fugaces de la Transición, es, también, un buen ejemplo.
La cinefilia fue un elemento de resistencia común, como se puede ver en la emergencia de una crítica especializada o en la realización de festivales y sesiones de cine underground, pero también en los cómicos de Rampova y en los films y los carteles de películas de Els 5 QK’s, Rafael Gasent o los realizadores próximos a Barcelona Súper 8.
El discurso de la sexopolítica cobró forma en algunas propuestas cinematográficas mainstream y oficiales (Eloy de la Iglesia, Cecilia Bartolomé) o se entremezcló con subculturas, como el fantaterror de Pierrot, y actitudes experimentales de la mano de Carles Comas, Barcelona S8 y Maenza, y enlazó directamente con la obra de Zulueta, Arrieta o Teo Hernández.