EL PICUDO
El despegue de Valencia como potencia turística (II): la apertura de la ciudad al Mar Mediterráneo
La Malvarrosa y las Arenas están desaprovechadas con apenas un puñado de restaurantes y sin actividades deportivas y de ocio
PERE VALENCIANO
2016-09-28
Imagen panorámica de la playa de Las Arenas, desde el mar hasta el hotel. FOTO P. V.
Pere Valenciano es director del Grupo El Periódico de Aquí.
Valencia tiene una asignatura pendiente: abrirse al mar. La ciudad ha vivido de espaldas históricamente al Mar Mediterráneo y su apertura al mismo es un proceso lentísimo, que impide su aprovechamiento por los propios valencianos, pero también por los turistas.
¿Cuál ha sido el problema histórico? Los 'poblados marítimos' vivían en buena parte de la pesca y el desarrollo urbano de la ciudad desechó el potencial de la fachada marítima. Mientras otras ciudades españolas, como Alicante -un buen modelo a seguir-, o Málaga, Marbella y Benidorm, aprovechaban su situación privilegiada frente al mar y su extraordinario clima, Valencia o Barcelona olvidaban las posibilidades del próximo mar.
En la actualidad, nos encontramos con una Valencia que no sabe muy bien qué quiere respecto a la explotación turística de su poderosa franja costera, absolutamente infrautilizada y desaprovechada. El tapón de la avenida Blasco Ibáñez y la insuficiente reforma de la avenida del Puerto, dejan los accesos hasta la Malvarrosa y Las Arenas con limitaciones en caso de apostar por una explotación turística inteligente y del Siglo XXI, aprendiendo también de los desmanes cometidos en casos como Marbella o Benidorm. Tampoco la Ronda Norte significa un acceso adecuado a la franja costera valenciana. Sin embargo, la cuestión de los accesos, una vez descartada la prolongación de Blasco Ibáñez, no es la única cuestión fundamental que habrá que resolver en el corto plazo.
¿Qué queremos hacer con nuestra playa urbana? ¿La mantenemos como hasta ahora? Dos cuestiones claves que merecen una reflexión colectiva, pero, sobre todo, una postura valiente, clara, de los dirigentes del Ayuntamiento de Valencia y de todos los actores que tienen algo que decir, especialmente los empresarios de la hostelería, en particular, y del turismo en general. La Malvarrosa y Las Arenas son playas de calidad extraordinaria, con más de 250 metros de ancho entre el mar y el paseo marítimo e incluso más en zonas determinadas. Varios kilómetros de longitud hasta Alboraya y decenas de kilómetros en el término municipal de Valencia, contando Pinedo, el Saler y el Perelló, hacen de la playa urbana de Valencia de una de las mejores de toda Europa.
Sin embargo, en la franja desde Alboraya hasta el puerto marítimo, ¿qué servicios encontramos? Sólo unos cuantos restaurantes en el paseo, un puñado de chiringuitos que venden sólo helados y bebida y el paseo de Neptuno, con sus míticos restaurantes, algún hotelito y un par de pubs, amén del hotel Las Arenas, de los mejores que tiene la ciudad en estos momentos. Y basta. Las playas desaprovechan el ancho extraordinario: ni hay zonas amplias de juego para niños, ni zonas deportivas, ni campeonatos de ningún tipo, ni chiringuitos como los hay en otras zonas de playa, en especial en la provincia de Málaga. No hay, en definitiva, un aprovechamiento turístico de la materia prima extraordinaria de la playa urbana. Valencia carece de una visión aguerrida, de futuro, inteligente y ambiciosa de sus posibilidades turísticas. Y el ejemplo más claro está en el desprecio del potencial del turismo de 'sol y playa' de Valencia.
Al lado, la Marina Real comienza a andar. Pero estamos a años luz del puerto de Alicante, una gran zona de ocio y turística, que atrae a cientos de miles de personas cada año. Hemos dado pasos, pero muy tímidos. Demasiado lentos. ¿Por qué? Porque falta un gran plan turístico que sepa explotar la playa urbana de Valencia y aproveche su grandiosidad histórica, cultural y patrimonial.
Tenemos un gran reto por delante. Debemos transformar una playa fantástica en un gran generador de riqueza para los valencianos, en un foco de atracción turística que coloque a Valencia, aún más, en el mapa mundial del turismo. Necesitamos un gran pacto, aunar fuerzas y dibujar un gran proyecto, que pase también por los cruceros y las posibilidades de ocio del puerto, sin olvidar las playas de Pinedo, el Saler y el Perelló, así como también l'Albufera y una gran apuesta por el turismo gastronómico; somo cuna de la paella y de todo tipo de arroces. Contamos con la avenida de Neptuno, El Palmar y los cientos de restaurantes de calidad en cada barrio valenciano.
Es el momento de ponerse en marcha. Ayuntamiento y empresarios del sector deben ir de la mano. Valencia es una ciudad con un gran atractivo turístico, absolutamente desaprovechado. ¿A qué esperamos?
También te podría interesar...