Rafael Juan: "Si dejamos de tirarnos piedras y trabajamos juntos, volveremos a crecer"
Más de 300 millones de facturación, 140.000 toneladas de dulce en 40 países y 2.200 empleados. Son los números que dirige Rafael Juan, gandiense y consejero delegado de Dulcesol, el amo de la bollería industrial española. Sitúa las claves para la supervivencia empresarial: evitar la financiación bancaria e implantar la innovación en todas las fases de la producción. Presume de sus nuevos productos con algas de agua dulce y frutas biológicas, sin abandonar el camino que trazaron sus padres en los años 50: el pan sigue representando el 20% de su facturación anual. Enganchado al Twitter, donde fomenta el networking y fomenta la transparencia, defiende las decisiones colegiadas y no unipersonales. Apuesta por trabajadores polivalentes que aúnen formación universitaria y capacidad de hablar en público. Confía en la industria y la agricultura como motores de la recuperación económica valenciana en una senda que será lenta pero segura: "Si dejamos de tirarnos piedras y trabajamos juntos, volveremos a crecer". Y exige para su comarca, La Safor, doble línea ferroviaria entre Gandia y Valencia y gratuidad de la AP-7.
¿El
efecto Trump será de tanto calado como se espera?
Su victoria genera incertidumbre porque
ha perdido la candidata que representa la normalidad. Cuando una persona se
manifiesta de forma aparentemente xenófoba, produce inestabilidad aunque de sus
primeras palabras se deduce más moderación y quiero suponer que así será su
gobierno.
¿Este tipo de acontecimientos inesperados demuestra que no estamos calibrando los cambios sociales?
No me dedico a la Política ni pienso hacerlo pero es verdad que hemos vivido unos años en que la Administración estaba desconectada de la realidad y lo están pagando los partidos tradicionales que deben reinvertarse. La ciudadanía reclama más cercanía, igual que a las empresas , que nos hemos convertido en organizaciones más planas donde las decisiones se toman desde más abajo.
¿Qué
separa al éxito del fracaso?
Las empresas que hemos sobrevivido a la
época turbulenta desde el estallido de la burbuja inmobiliaria estábamos menos
apalancadas y con un modelo de negocio menos anticuado. En el caso de Dulcesol,
en el mercado de gran consumo, no hemos registrado una crisis en sí pero no
somos ajenos a las demandas cada vez más exigentes en materia de Salud y
Transparencia. Nuestros clientes continúan pidiéndonos que vendamos más barato.
Dulcesol se ha adaptado muy bien gracias a la plantilla, que ha entendido el
problema. También es verdad que desde los inicios siempre hemos estado
autofinanciados. Mis padres ya decidieron en los años 50 que nunca había que
gastar más de lo disponible y con esta cultura, no nos afectó la crisis
financiera.
¿En
qué se diferencia la Dulcesol de los años 50 de la actual?
Continuamos siendo una empresa familiar, ahora con la segunda generación. La inició mi padre junto con dos panaderos de Villalonga cuando había una situación de monopolio del pan y se aprovechó la economía de escala. Lo importante era producir con un coste bajo. Cuando terminó el monopolio, atravesamos problemas de financiación para adaptarnos a los cambios con la entrada en la bollería. Empezamos fabricando pan y 60 años después, sigue siendo nuestra actividad más importante con un 20% en nuestra facturación, aunque abordamos mercados internacionales con productos con más vida. De esta forma, no tenemos el riesgo concentrado en un solo país.
¿Es
difícil mantener el equilibrio en una empresa familiar?
Familiar y no familiar. La gestión no
es fácil y obliga a aprender todos los días. A veces hago una comparación
sencilla: si uno va a conducir un camión, se le exige un carnet determinado,
igual que si va a pilotar un avión. En una empresa, ocurre exactamente lo mismo
y todas las personas no están preparadas porque se requieren unos conocimientos
y una experiencia contrastada. Si yo mañana me pongo a pilotar un avión, el
castañazo está asegurado y eso mismo sucede en la empresa aunque no haya
ninguna entidad que certifique la destreza. Nosotros hemos desarrollado los
comités de dirección, los consejos de administración o de familia para
profesionalizar. Es cuestión de seleccionar el mejor líder y buenos
profesionales en todas las parcelas para agilizar la gestión que cada día es
menos cosa de uno solo sino compartida. Las decisiones se deben tomar en grupo
y no individualmente. Uno porque sea miembro de una familia o heredero no está
capacitado per se para pilotar una marca. Es la generación precedente la que
tiene que establecer las bases que faciliten la transición generacional.
¿La bollería industrial es el lobo?
El mercado cada vez demanda productos
más saludables. Hace seis o siete años suprimimos todas las grasas hidrogenadas
de los productos, lo que nos obligó a cambiar íntegramente los procesos de
producción. También hemos reducido el contenido en azúcar y hemos sustitutido
los colorantes artificiales por naturales. En esta línea innovadora, acabamos
de lanzar una línea de bollería con algas de agua dulce y hemos abarcado otros
sectores de alimentación infantil con una nueva gama a base de frutas, con
productos biológicos.
¿Cuánto
invierten en el famoso I D I?
No lo podemos cuantificar porque lo que
intentamos es que nuestra organización como tal sea innovadora. No inventamos sino
que llevamos productos de la pastelería tradicional a la industrial pero
transformamos la tecnología del proceso. En los últimos años habremos invertido
más de 150 millones en nuestras plantas de fabricación. La innovación debe ser
diaria con una mejora continua. Intentamos que el mayor número de empleados
posible apliquen su talento dentro de la organización porque mejor nos irá a
todos.
¿Es
rentable la dualidad marca propia-marca blanca?
En los años 90 aparecieron las marcas
de gran distribución, que nosotros vimos como una oportunidad y no como una
amenaza. Nosotros elaborábamos productos de calidad a un precio competitivo y
vimos cómo en los lineales aparecían los de gran distribución en posición
preferente y aún más baratos. Si perdiéramos dinero con la marca blanca, ya habríamos
desaparecido porque supone un 60% en nuestro volumen.
¿Se
puede dormir con 2.200 empleados a las espaldas?
Son nuestra mayor responsabilidad. Tenemos que ser capaces de mantener el empleo buscando mercados para seguir creciendo.
¿Los
sueldos son muy bajos?
El nivel salarial no es el que era pero
no es precisamente por la industria porque en nuestro convenio no se ha
reducido sino que ha subido ligeramente. También es verdad que ha habido
deflación y, por tanto, se ha mantenido el poder adquisitivo. Durante unos años
había quizás unos sueldos insostenibles para los equipos directivos.
¿Seremos
capaces de reducir el paro?
En La Safor, la industria ha perdido su
poder protagonista por muchos factores: la deslocalización a países asiáticos y
la inversión desviada a productos inmobiliarios y financieros que daban más
rentabilidad. Hemos de volver a nuestros inicios, buscando un modelo basado en
la industria y la agricultura. El proceso es lento pero necesario, con un
hándicap añadido porque la aparición de la robótica está trastocando aún más el
modelo. A la revolución hay que adaptarse sí o sí. Vivimos una época muy
turbulenta que requiere un sobreesfuerzo a las administraciones públicas: vemos
cómo el PIB crece a buen ritmo pero no se traduce en creación de puestos de
trabajo.
¿Está
perdida la batalla de la mano de obra?
No. Nuestras condiciones no se dan en
otros países. En el norte, los niveles salariales son más elevados, lo que nos convierte
en más competitivos. Nuestras infraestructuras son punteras. En París o en
Nueva York he visto atascos que no veo en ninguna ciudad española. La presión
del yihadismo también nos beneficia en sectores tan importantes como el
turístico. Hay que dejar de tirarse piedras, trabajar juntos y aprovechar estas
ventajas para crecer en industria y en turismo.
La
revolución también ha llegado a la dirección.
Soy autodidacta y las redes sociales es un mundo que me apasiona. El liderazgo debe estar vinculado a la transparencia y a generar conexiones. El líder del futuro ha de aprovechar las redes sociales para dar visibilidad a sus productos y conocer mejor a sus propios empleados. Es como si vas a la guerra y no usas un tipo de armamento porque tu conciencia no te lo permite entonces le estás dando ventaja al contrincante. Los clientes quieren conocer quién está detrás de un producto. Poner cara tiene una ventaja adicional porque aumenta la credibilidad de las organizaciones.
¿Están
cambiando también las pautas de contratación y ya no se valora tanto la
formación universitaria?
Hay competencias técnicas
indispensables que proporciona la Universidad y que sería impensable que
asumiera la empresa. Ahora bien, eso no es todo y es fundamental saber hablar
en público o hacer networking para dirigir equipos y son tan importantes como
las habilidades técnicas. Cada vez buscamos personas más polivalentes.
Dice
Juan Roig que el cliente es el jefe. ¿Es así?
La palabra jefe no me gusta mucho y no
quiero contradecir a Juan Roig que, sin duda, es el mejor empresario valenciano
y probablemente español. Lo que sí está claro es que la orientación al cliente
obliga a adaptar toda la estructura constantemente.
¿Las
organizaciones empresariales representan de verdad a los motores económicos?
Puedo hablar de las que conozco, en La Safor y en la
Comunitat Valenciana, donde se ha vivido de los fondos públicos y eso
desorientó. Buscaban proyectos para lograr financiación pública y se habían olvidado
los clientes que somos las empresas. Ahora esta situación ha cambiado y nos
representan ante los políticos. No puede ser de otra manera. Debemos
potenciarlas porque generan espacios de resolución de problemas comunes.
¿Qué
le falta a su comarca?
España es un territorio privilegiado
por seguridad, infraestructuras, educación y consolidación de la democracia.
Sin embargo, en La Safor tenemos un déficit enorme respecto a otros territorios
con los que competimos. Tenemos los mismos medios que hace 30 años con una
única autopista de peaje sin salidas adecuadas ni en Gandia ni en Oliva; la
circunvalación de Gandia no se hizo en doble carril; el ferrocarril a Valencia
carece de doble vía y es muy lento, hasta el punto que será más rápido ir de
Alicante a Castellón que de Gandia a Valencia.
¿Hay
que liberalizar la AP-7?
Lógicamente sí, para igualar la competitividad
con las comarcas del interior. Me resulta difícil de explicar que no se haya
hecho ya y es porque ha faltado voluntad. Hemos padecido el centralismo de
Madrid aunque somos un territorio donde vivimos 200.000 personas,
paradójicamente muy queridas por los madrileños.