Padre Ángel, nominado al premio Nobel de la Paz: Los medicamentos que la gente necesita son calor y cariño.
Gracias al Club de Encuentro Manuel Broseta tengo delante de mí al Padre Ángel que nos indica: “La pobreza no sabe de números y por eso no salen las cuentas ni a los que elaboran las estadísticas ni a los afectados, ni siquiera a los premios Nobel de Economía, Solidaridad y Justicia, esas son nuestras armas”.
Este hombre, que defenderá hasta su último aliento los Derechos Humanos, aúna el compromiso que toda persona debería tener con su semejante: El compartir lo que se tiene, en estar cuando hay que estar, seguir a su lado cuando ese alguien no ha llegado aún o se fue. Él sabe del dolor pero también de la felicidad porque siguiendo su mensaje: “No es dar una limosna, es abrazar, es besar, es preguntarle a tu semejante como se llama y es apretar el corazón”.
Me gusta su ser, directo, transparente, sincero, que no se calla ante las injusticias, dando un mensaje de vida, no solo con las palabras sino con sus actos, porque sabe escuchar y actuar. Todo un mensaje de esperanza en el que un mundo mejor sí que puede ser posible.
C.S. – ¿Cuál debe ser el aprendizaje de superación ante la adversidad?
P.A. – Eso habrá que hacer una tesis ¿No? (Sonríe) Pues tener siempre esperanza y fe en que las cosas pueden salir. Las cosas fáciles las hace cualquiera pero a veces te encuentras con la adversidad, con la posibilidad de que “eso” no salga y uno tiene que hacer todo lo posible y se hace; es decir, no desanimarse, en trabajar, en creer, en tener esperanza.
C.S. – Menuda vitalidad tiene usted, si me permite decirlo, 80 años y lo veo delante de mí como una persona llena de vida, joven de actitud, activo…
P.A. – Cuando uno tiene 80 años, tiene los años que tiene pero cuando uno tiene ilusión, tiene fe, sigue creyendo, no solamente en Dios, sino cree en la gente, en los políticos, en los obispos, uno sigue reviviendo y sigue dando gracias a Dios. Es cierto que, a veces, te pueden venir achaques, dolores de piernas o de cabeza, pero soy un privilegiado de poder tener los 80 años bien llevados sin grandes males. Hay que revisarse como los coches viejos de vez en cuando y uno puede tener una enfermedad un poco sería pero cuando “sale”, hay que seguir con ese “algo”.
C.S. – ¡Eso es lo más importante! Invitado por el Club de Encuentro Manuel Broseta nos ha hablado sobre: ¿Un mundo mejor es posible? Desde su visión ¿Cuál sería un mundo mejor?
P.A. – Un mundo mejor es la realidad que estamos viendo, el mundo de hoy lo diré después, es mucho mejor que el mundo de hace 50 o 100 años. El secretario General Iberoamericano Enrique Iglesias decía: “Los últimos 70 años son los años más gloriosos y más importantes de la humanidad”. Se ha hecho mucho más que en los 2.000 0 40.000 años que pueda tener el mundo de existencia. Ahí está lo digital y lo no digital, desde curar enfermedades de las que antes nos moríamos o que no exista el analfabetismo o que la esclavitud esté desapareciendo. Nunca en la historia de la humanidad se reunieron 178 Jefes de Estado para poder intentar erradicar la pobreza, el analfabetismo, etc. Se ha llegado a ver a los políticos hablar de los refugiados y casi avergonzarse de ser europeos y no haber hecho casi nada, esto antes no lo hacían, no se autocriticaban y eso lo ha hecho desde Rajoy a Pablo Iglesias o Albert Rivera, eso lo hemos visto. Nunca en la historia de la humanidad hemos visto tanto diálogo, nunca hubo una democracia como la que hay ahora, aunque la verdad es que todavía nos queda mucho. Hay demasiado muertos, mucha gente que sufre, pero el mundo de hoy es mucho mejor que hace 100 años y el que vamos a dejar a nuestros hijos, sin duda, será mucho mejor que el de ahora. Los que tengan mi edad verán menos cosas pero los que tengan vuestra edad tenéis un mundo mucho más maravilloso en el buen sentido de la palabra. En el mundo de antes, los que hacían algo malo o corrupto, les decían: ¡Qué listo es este tío! pero hoy, la sociedad “esto” no lo admite, la sociedad intenta que paguen esas culpas. Es una sociedad, en la que no es verdad que se hayan perdido los valores. El valor de la honradez, del trabajo, de la amistad, de la caridad, tiene mucho más valor que hace 100 años; esto lo vemos y no es ser buenísimo ni ver el mundo desde una perspectiva distinta.
C.S. – Yo creo en la luz que porta el ser humano en su interior. ¿En qué cree el Padre Ángel?
P.A. – Creo en Dios y en los hombres y cuando digo los hombres, creo en los políticos, en los obispos, en los gobernantes, en vosotros, en los periodistas, en los medios de comunicación. Hay que creer en la gente, si uno no cree, es mejor marcharse. Si yo no creo que hoy vayamos a tener una charla y que la cena vaya a ser agradable y que no me vayan a envenenar. Pero hay gente que dice: ·Pruébalo primero no sea que me vayan a envenenar”. Hay muchos mezquinos “así” en este mundo, que creen que todo es malo, que todo es Sodoma y Gomorra.
C.S. – ¿Estará ilusionado porque está nominado al Premio Nobel de la Paz?
P.A. – Si te digo la verdad, no es de las ilusiones que más me hace, pues, primero porque no saldrá y si sale, no voy a decir que no. Si quiero ser obispo, no voy a decir que no, pero no es una de las ilusiones mayores.
P.A. – ¿Y cuál sería?
P.A. – Esperar llegar a casa para que el niño Josué me dé un beso y no lo digo porque es una frase bonita, porque lo diría cualquier madre. Esas cosas son las que llenan de verdad, el alma, el corazón.
C.S. – ¿Por qué el Padre Ángel se hizo sacerdote?
P.A. – Porque el cura de mi pueblo era muy bueno, yo tenía cinco, siete años y veía que ayudaba a los pobres (se mataban los mineros en las minas porque no habían los medios suficientes para evitar esas muertes), él iba y los arropaba, o les daba cinco pesetas o un trozo de pan. Los niños, cuando somos pequeños, siempre nos preguntan ¿qué queremos ser de mayor?, unos responden futbolistas, otros médicos, abogados y otros queríamos ser curas y yo dije quiero ser como el cura de mi pueblo. No he conseguido ser como el cura de mi pueblo, era un tipo muy bueno y era, físicamente, como el Papa Francisco, alto, delgado. El Papa Francisco, ahora está gordo pero en Argentina era más flaco de lo que está ahora. Y esta fue la razón, los niños queremos imitar a la gente que admiramos.
C.S. – ¿Qué le pediría al Papa Francisco, si lo tuviera aquí delante?
P.A. – ¡Qué no tire la toalla! Que hay algunos que están intentando que la tire. Hubo un ministro que era el de Educación y Ciencia que dijo que él solamente tira la toalla en el baño. Yo no tiro la toalla ni en el baño, yo la cuelgo. (risas)
C.S. – ¿Por qué lucha el Padre Ángel como Presidente de Mensajeros de la Paz?
P.A. – Porque haya más amor y cariño. Las personas estamos faltas de cariño, de amor, nos besamos poco, nos abrazamos poco, nos queremos poco. A veces, somos demasiado protocolarios, la gente se tiene que querer más.
C.S. – Si me permite no voy a decir que usted es rebelde pero me gusta porque cumple las normas pero con su sutil buen hacer las corrige...
P.A. – No estoy muy de acuerdo contigo.
C.S. – ¡Es usted muy humilde!
P.A. – Lo que hago es el sentido común. El sentido común es que dialoguemos, que no nos creamos que seamos dueños o propietarios de la persona o del alma. Hay algunos, de los nuestros, incluso, que se creen dueños del alma y que son los que se creen que pueden mandar al cielo a un tío o mandarle al infierno, están equivocados. O pueden bendecir o maldecir, nosotros no somos dueños de eso. O gobernantes o políticos que están ya en el cargo y se creen dueños del “cuerpo” de los demás. Hay que dialogar, son administradores, gestores pero dueños de nosotros no, somos nosotros mismos.
C.S. – ¿Usted es diferente? Porque en realidad usted no sigue todas las normas.
P.A. – Sí.
C.S. – Sigue las normas de su corazón.
P.A. – Lo que pasa es que he aprendido que prefiero pedir perdón a pedir permiso. Sigo creyendo que hay que hacer cosas y después pedir perdón.
C.S. – ¿Cuál es el mejor regalo que le ha hecho la vida?
P.A. – El haber encontrado al niño Josué que me llegó al fin de mi vida que es el regalo que Dios mejor me ha podido dar.
C.S. – ¿Qué reto tiene por delante? Es admirable que la Parroquia San Antón esté abierta 24 horas, abiertos comedores sociales, etc.
P.A. – Alguien tenía el sueño que los negros y los blancos pudieran ir en el mismo autobús y se va consiguiendo esos retos, sin duda alguna, el reto es que seamos capaces de entendernos entre nosotros mismos y esto lo estamos consiguiendo. El reto es llegar a decir a la gente que hay que entenderse.
C.S. – ¿Cuál es la llama que le mueve?
P.A. – El amor. No hay otra llama, es decir, cuando uno quiere consigue lo que quiere.
C.S. – ¿Qué erradicaría de la humanidad, si estuviera de su mano?
P.A. – La soberbia. Es lo peor, la avaricia.
C.S. – ¿Un mensaje a la gente que lo esté pasando mal?
P.A. – Que dejen de estar tristes y que estén alegres, que hay que ilusionarse. En nuestra sociedad faltan “gentes” de líderes que tengan ganas de hacer cosas, que crean en hacer cosas. Cuando tú encuentras a un líder, como aquellos líderes políticos primeros que hemos tenido en democracia, todo era ilusión. Ahora, nuestros líderes están todos apesadumbrados, todos tristes, todos con ojeras, así no se puede vivir ni puede funcionar un país. Tiene que ser un país donde haya alegría.
“La solidaridad no es una utopía, ni siquiera una idea, o un sentimiento, es un patrimonio valiosísimo, es un patrimonio de todos” (Últimas palabras de su mensaje en el Club de Encuentro Manuel Broseta)
Fotos realizadas por J. Félix Gimeno
Más información sobre turismo, ocio, cultura y gastronomía en http://www.viuvalencia.com/