Metrópolis
A veces los medios de comunicación nos regalan perlas. Noticias asombrosas e hilarantes que convertimos, a través del boca a boca, en nuestro Trending Topic personal. Que una limpiadora en Estocolmo decidiera darse un paseo de madrugada poniendo en marcha el tren que estaba limpiando y lo acabara estampando contra un edificio tiene su punto. Reconozco que soy fan de las señoras, de aquellas de los grupos de facebook y de estas, las que ocupan minutos de información por surrealistas. No puedo dejar de mencionar el caso aparecido en varios periódicos de los llamados serios: Sabine Moreau, una mujer belga que recorrió 1500 Km. en vez de 150 por un error del GPS. La buena señora amaneció en Zagreb cuando en realidad debía llegar a Bruselas. Cuenta la bendita que iba distraída y que no se dio cuenta. Son cosas que pasan... y que contienen una reflexión más profunda: el peligro de confiar ciegamente en la tecnología. Parece, por ejemplo, que Google se haya convertido en un nuevo Dios y la Wikipedia en su Mesías. Renunciamos a la creatividad y apostamos por el plagio continuo pensando en que podemos pasar por la vida a base de copiar y pegar de aquí y de allá sin, al final, habernos enterado de nada. Internet se convierte así en una fuente no contrastada de sabiduría efímera. ¿Para qué retener algo en nuestra memoria si mañana lo podemos volver a buscar? Y da igual si la respuesta a una pregunta la encontramos en una web de la Universidad Complutense o en un foro de Yahoo. No distinguimos. ¿Y quién nos iba a decir que la medicina a distancia funciona ya? ¿Quién no ha buscado a qué responden los síntomas de una anomalía en su salud? Les voy a contar algo: hace algunos años se me ocurrió consultar en Internet a qué se debía un estado físico que no iba más allá de un dolor de cabeza y poco más y acabé convencido de que tenía herpes vaginal. Por supuesto que la tecnología nos es de gran ayuda y no podemos renunciar a ella, es un avance extraordinario, pero entraña el riesgo de que nos convirtamos en esclavos mientras pensamos justo lo contrario: que somos más libres que nunca, que estamos mejor informados que nunca y que podemos comunicarnos con quien queramos cuando lo deseemos. Y mientras nos comunicamos, el Gran Hermano se encarga de observar cada movimiento. Si algún día despertamos: ¿acabaremos quemando a la falsa o a la verdadera María de Metrópolis?