Mártires de la democracia
Quiero pensar que la contraconcepción de la democracia española para con sus propios mártires sea el producto de la anomalía tan inmanente y contrastada de las sociedades y con mayor concreción diría de las naciones modernas y de su tendencia retroactiva de la justicia, o más rigurosamente, de su sentido de la misma, porque en estos tiempos de imperio nihilista hay que tomar el relativismo como norma y la sodomía al legado aristotélico como instinto de supervivencia.
Porque, ¿ qué es acaso el revisionismo histórico tan en boga sino la máxima expresión de ese sentido retroactivo que menciono? o ¿no es el revisionismo histórico un taimado eufemismo para revelar la historia anteriormente silenciada?
Es lo que me gustaría pensar, pero me cuesta de sostener inclinándome hacia la convicción de que al régimen del 78, en la medida que ha logrado un constructo consensuado que venera desaforadamente una transición que se presenta como inmaculada, no le interesa reconocer con la justicia debida. Naturalmente las vergüenzas tienden a ocultarse, está en la condición humana con tal arraigo que resulta difícil de discutir, pero la gravedad del asunto a mi modo de ver estriba desde el momento en el que se trata de obviar la mayor en un pretendido y conseguido a groso modo ejercicio fraudulento. Hablar de la “ modélica” Transición española durante los últimos años ha supuesto poco menos que evocar el mismísimo Edén solamente perturbado por un tal Tejero en un visto y no visto. Pero tal vez por mi condición de nieto de militar se me haya concienciado de la agria hostilidad del terrorismo que tanto mancilló la transición y su sistema resultante, de hecho parece ser que el levantamiento del 23F estuvo determinantemente suscitado por el terrorismo aunque esto se amordace.
Me refiero fundamentalmente al terrorismo de ETA el cual “sorprendentemente” no se concibe en la promulgada Ley por la Memoria Histórica, más por el contrario los ejecutores de la misma se apoyan directa o indirectamente en los verdugos en un afán de poder, como si la legitimidad en términos morales de la ( si todavía existe un ápice de libertad en este país que se me permita escribir ) democracia orgánica del general Franco en relación a las violentas reivindicaciones de ETA se pudiera socavar por ésta, ¿qué está ocurriendo? Puestos en antecedentes no sorprenderá mi reconocimiento a la memoria de D. Manuel Broseta como “ mártir de la democracia”, a quien nos lo arrebataban meses antes de mi nacimiento. Bajo este noble pretexto recibí una invitación de la Asociación de Amigos Manuel Broseta tras atenta mediación de mi querida amiga, Julia Pérez Broseta, que a su vez es sobrina de quien centro todo el protagonismo.
Se trata de una cita anual en torno al monolito erigido en el punto exacto donde se sitió el crimen un enero del 92. Con nutrida representación socio-política, Pablo Broseta presidente de la asociación e hijo de Manuel hace las de maestro de ceremonias cediendo la palabra a los diferentes intervinientes. Pude escuchar el sentido e ilustrativo recuerdo de Luis Berenguer, amigo personal de Broseta, que me descubrió el talante crítico del profesor Broseta a tenor de los últimos procesamientos del franquismo precisamente a unos etarras. Por paradójico me impactó, esto dio paso a la, en mi opinión, pintoresca escena de un Ximo Puig justificándose desde una aburrida corrección política, pero lo cierto es que hace unos días recibía a Pablo Iglesias cuyos miembros de su formación son los primeros en alentar las protestas en defensa de los presos ligados al terrorismo.
Se concluye con una emotiva ofrenda floral al mismo monolito.
