Marca España
Y entonces, ahogados por un clima de incesante malestar, faltos de ideas y desesperados de agonía, ansiosos por silenciar a esa masa enfurecida y tapar sus errores de una vez por todas, y no con parches temporales que no hacían más que empeorar la situación, entonces y solo entonces, antes de tomar cualquier otra determinación que podría haber resultado fatal, entonces, decimos, escucharon una voz. Una voz que apelaba a la unidad, algo nada novedoso por otra parte, pero puesta esta en boca no de ellos, sino de otros. De unos actores sociales que todavía no habían perdido la credibilidad y que, por estos o aquellos motivos, seguían siendo referentes en una sociedad desestructurada.
Ellos eran, o debían ser, los encargados de sacarnos del atolladero. Unos apelando a argumentos racionales, otros haciendo gala de sus envidiables dotes personales. Y todos bajo ese ingenioso paraguas que acertaron en llamar Marca España. Esta marca, que difícilmente se comercializará en los grandes almacenes, aunque quizá sí lo haga en los libros de texto de aquí a algunos años, resulta ser en realidad una especie de organización que reúne a los cerebros más distinguidos o a los rostros más guapos del país. Científicos, escritores, pensadores, cineastas, pintores, cantantes, intelectuales y artistas de todo tipo, pero también, cómo no, deportistas. Decenas de espíritus de chaqué y chándal que poco o nada tienen que ver con el ciudadano de a pie, pero que se empeñan en representarlo.
Personas que desayunan en bufetes de cinco estrellas, que residen lejos de su país para evitar tributar sus riquezas, que lucen con orgullo su bandera, pero que distan mucho de los que deberían ser los verdaderos protagonistas. Y ahora, en este escenario de angustiosa calma, encuentran en el fútbol la excusa perfecta para reunir a todos los otros, los que luchan, los que gritan, y hacer que olviden por un instante sus miserias.
Ellos, que nos miran a través de unos cristales opacos desde una suite en Brasil, que saborean las últimas gotas de una resaca que todavía dura, no son más que un simple antídoto, un paréntesis eficaz contra el malestar generalizado. Ellos, la Roja, nuestra Roja, que para eso la pagamos entre todos, esa Roja que difunde como nadie los valores de la Marca España, disfruta a nuestra costa de un tren de vida que nunca tendremos. Y nosotros, borrachos de alegría, cegados de ingenuidad, cantamos al unísono cada uno de sus goles.