La historia de la calle Blanquerias
Si recorremos la calle Blanqueria o de las Blanquerias iremos desde las propias torres hasta la plaza del Portal Nou, vamos, la plaza donde se planta la falla de Na Jornada. El trayecto no es muy largo pero esos metros están repletos de historia.
Recibe su nombre porque desde la época musulmana estaban ubicados en ella los blanquers, un oficio dedicado a curtir, aderezar y adobar las pieles. Por ello, las blanquerías se situaban siempre en las afueras del casco urbano ya que el olor del trabajo del cuero era insoportable y también necesitaba la corriente de las aguas.
La calle Blanquerias, ahora abierta a la carretera que la separa del rio, era vecina de la antigua muralla pero en ésta se abrió un portillo para poder salir a lavar las pieles y que incluso fue bautizado como Madonna Bárbara.
El derribo de las murallas en 1865 terminó por delimitar definitivamente el trazado de esta calle. Se urbanizó y se arreglaron sus aceras, se construyeron las Alameditas de Serranos, ese pequeño jardín que tiene en frente al lado del cauce del río. El derribo de las murallas no significó el cierre definitivo de estas fábricas de curtido, existiendo a finales del s. XIX unas 5.
En las calles aledañas a la calle de Blanquerias había un callejón que separaba un jardín que había pertenecido al convento del Carmen y el huerto de Sant Josep, también la casa social dels curtidors del siglo XIV y otros negocios de València que terminaron cerrando con el paso del tiempo como explica Rafael Solaz en su libro “El Carmen”: la fábrica de jabón El Pez, la imprenta Bayarri, Tipografía Levante, el almacén de derribos de Martínez y Pons, el bar Henry…
Otros de los edificios más emblemáticas que acogió la calle de les Blanqueries fue la Gran Asociación de Asistencia Domiciliaria de Nuestra Señora de los Desamparados, una histórica institución fundada en el año 1853 y dedicada a prestar servicios a los necesitados.
En la actualidad, en la calle Blanquerias podemos visitar actualmente la casa museo de Benlliure que antes de serlo fue la casa particular de María Jordán, una destacada profesora de piano y canto desde donde llevaba a cabo clases particulares entre cuyos alumnos estuvo el mismísimo pianista José Iturbi.