Hortensia Maeso: "Vendí mi coche para pagar mi primera colección"
No me resigno y sigo y sigo. Y si caigo, gozosamente en pie prosigo y sigo. Lo recitó Blas de Otero y lo practica la diseñadora valenciana Hortensia Maeso. Se ha reinventado dos veces, la primera como directora creativa de Rubio Kids, y la segunda, en solitario, desde su taller en Picanya y su tienda propia en Jorge Juan de Valencia. Hija de modista, madre de tres chicas y rebelde con el lápiz y papel. Dio el esquinazo a las tradicionales lorzas, organdís y plumetis con su primer vestido de comunión, encoladito por detrás y corto por delante. Lo nunca visto a principios del siglo XXI. Hoy sus asimetrías, sus tocados y sus tejidos empolvados son protagonistas en un centenar de puntos de venta en España, Bélgica, Holanda y Portugal. Apunto de desfilar en Sevilla y Barcelona, recibe a Viu València para avanzarnos sus propuestas: botines para las comuniones de ellas, línea joven para mamás arriesgadas y pinitos con las novias. Eso sí, en stand by, hasta que España forme gobierno y se despeje la incertidumbre económica. Y recordando que el talento cuenta pero, sobre todo, el esfuerzo: "Vendí mi coche para pagar mi primera colección".
Perita técnica en Químicas de formación y empleada de laboratorio, ¿cuándo le atrapa el diseño?
Cuando era pequeñita, veía el trabajo de mi madre, modista y diseñadora, que no me gustaba nada porque siempre tenía un nivel altísimo de estrés. En mi caso, ni me lo planteaba aunque es verdad que jugaba con los maniquíes y mezclaba telas. Cuando mi hija pequeña nació, tomé una excedencia y, en ese periodo, la customización de nuestra ropa se convirtió en una obsesión.
Di un giro, dejaba a mis hijas en el cole y me iba yo al mío, que era Barreira. Cuando terminé la carrera, el destino me lo puso en bandeja: mi primer marido nos dejó y tuve que buscar una salida económica inmediata. Me surgió la ocasión de realizar mi proyecto de fin de carrera para Cuadernos Rubio con una línea de ropa y allí me convertí en directora creativa.
Las comuniones se han rendido a sus pies. ¿Cómo aparecieron?
Soy rebelde por naturaleza. Introduje mi primer traje de comunión como cierre de una colección y la respuesta del consumidor final fue clara aunque a las tiendas no les convencía. Tardamos cuatro o cinco años en entrar a los puntos de venta. La crisis ya estaba golpeando y los comercios no querían arriesgar. Sin embargo, continuaba recibiendo mensajes del público, que era el que me animaba a seguir.
Siempre hay un primer traje que nunca se olvida
En mi caso, fue encoladito: corto por delante y larguito por detrás. En España, no se planteaban las comuniones de corto, salvo en Cataluña. Además, ya entramos con tules, tejidos arrugados toda una innovación frente a la organza, el organdí o la seda.
¿Se frivoliza con el emprendurismo, como si fuera coser y cantar, nunca mejor dicho?
He hecho dos cosas muy duras en mi vida: primero, crear Rubio Kids yendo yo misma con mi coche recorriéndome España para enseñar mis prendas, porque los representantes no las querían. Tuve que abrirme mi propia cartera de clientes. Como eran prendas tan distintas, era la encargada de explicarlas. Aún conservo clientes de aquellos inicios.
El éxito depende del talento pero, sobre todo, del esfuerzo. Fueron muchísimas horas de trabajo hasta que empezamos a despuntar.
Su salida de Rubio Kids le obliga a remontar de nuevo.
Tenía clientes, producto y conocía los errores del pasado. Pero no contaba con mi nombre, que se lo quedó Rubio Kids. Existía mucha confusión entre las dos marcas en el mercado. Competía contra mí misma y contra mis propias colecciones, que dejé listas en Rubio Kids. A ello se sumó el problema económico: no tenía absolutamente nada para echar a andar. María José Navarro me brindó compartir su estudio para llevarme lápiz y papel. No conseguí ni un ICO y vendí mi coche para pagar mi primera colección. Fui a Feria, pensando sólo en el día a día, y diciendo: cuando reciba los pedidos, ya veré. No podía fabricar porque no tenía financiación y gracias al apoyo de mis clientes, fui arrancando con muchas lágrimas. Luego pude vender a Rubio Kids el 50% de la empresa, recuperé mi nombre y me reposicioné.
¿Cómo se aúnan creatividad y cuenta de resultados?
El diseñador tiene que tener muy claro que no puede ser tan libre ni creativo como quisiera. Tienes que saber que lo que estás haciendo debe sentarle bien a un niño, que no es una mujer. Un niño tiene que jugar y necesita comodidad. El empresario ha de garantizar prendas innovadoras que sean cómodas también. Los mejores de la historia, como Dior o Chanel, eran empresarios y diseñadores.
¿Tiene los mejores clientes?
Sin duda. Es una mamá normalmente joven, delgadita, arriesgada y que le encanta la línea de teenegers y suele elegir también un traje para ella de esta colección.
Aunque no se anuncie la marca, se sabe que es mío pese a que cada vez te copia más gente. Cada vestido que hago es como un hijo que nace. Las palabras clave que emplea la gente para definirme son qué bonito, maravilloso y diferente.
¿Dónde se marca esa diferencia?
En las asimetrías en las faldas, motivadas por volantes o capas. Y con los tejidos. Sin tul no soy nada. Lo mío son los tonos empolvados o muy sobrios.
¿Está reñida con el color?
No suelo ser de colores aunque ahora he diseñado para la película 'Es por tu bien' de Mediaset una línea de arras en rojo sangre que veremos en pantalla en las próximas semanas. Con las primeras colecciones, intento hacer mis propios teñidos que posteriormente encargo a los talleres. De esta manera, personalizamos nuestras telas y evitamos que nos copien tanto.
Una niña Hortensia Maeso es una niña con tocados y flores.
Ahí también vamos marcando tendencias porque diseñamos un gorrito, un turbante o una pamela y se extienden como complementos. La cabeza es el detalle final del look total. Se marca la inocencia y da dulzura.
¿Aún nos puede sorprender?
¡Siempre! En la colección próxima, rescatamos diseños antiguos y los actualizamos. Por ejemplo, las lorzas de siempre, colocadas de manera diferente. Son vestidos que nos recuerdan al pasado con una estructura moderna y con dos elementos nuevos: las botas como calzado y las mangas en los vestidos.
¿Por qué renuncia al cancán, tan de comunión?
Me gusta mucho el movimiento de las prendas. A veces, a la hora de venderlas, incorporamos cancanes porque a las mamás y a las abuelitas les gusta verlas muy huecas aunque a mí no me gustan muy armadas.
Nunca habíamos visto a los niños comulgar con linos.
Fue un motivo rompedor. Los tejidos tan armados los convertía en uniformes militares. Y con el lino, volvíamos a las prendas con que se vestían los peques antiguamente. Se les ve frescura y dulzura. Curiosamente, entró muy bien con las abuelitas, que siempre digo que son nuestras spónsors. Ahora vamos evolucionando más con linos mezclados con algodón.
Yo le digo futuro y usted me dice
Me encuentro en un momento plácido. Cada vez que hay elecciones, la venta se para. El miedo es el mayor enemigo que tenemos en España. Después de muchos años, me siento un ser humano en cuanto a horas laborales y estoy esperando que me llegue ese puntazo para hacer algo diferente, junto a mi hija, pero no hasta que tengamos claro cómo evoluciona nuestro país.