¿Es València una cuestión provinciana?
Ramón Esteve, considerado una eminencia de la arquitectura, supuso el manantial de inspiración hasta definir la temática, el malogrado sujeto objeto de mi espíritu crítico para este número.
En presencia de Maite Sebastiá y con la reciente inauguración del restaurante Piur como enclave, el laureado profesional aseveró primero que “ València no era bonita” reafirmándome en mi percepción, siempre controvertida, entre la generosa nómina de provincianos locales; algunos además con la representatividad suficiente para gozar de voz y voto en la sociedad, para añadir después que eso se debía en buena medida al “ talante cateto de fuerte arraigo”- y he aquí el primer particularismo a la palestra, pues la mayoría de los valencianos altivos pontifican en esos términos. Mientras que en un extendido territorio del resto de la geografía patria, antepondrán el “paleto” frente a la citada opción, lo que particularmente me alivia, porque huelga decir para quien me conozca lo más mínimo que la docencia de la geometría no se encuentra entre mis fines, aspecto que me convierte en un fraude intelectual a ojos de mi erudito y adorado abuelo, Enrique, reafirmándome ahora en mi convicción más bien.
Posiblemente y a priori, sean de las pocas coincidencias que tenga con la fuente de inspiración que me ocupa, pero lo suscribo en su totalidad desde una deliciosa delectación. ¿ Y por qué con tan fervorosa acogida?
Por el cegador e intolerante ombliguismo de muchos al asistir a las verdades ingratas, lo que convierte en un osado a quien las maneja extendiendo a esté una ligera aureola de heroísmo.
Parece que la audición de no pocos valencianos, únicamente es asumible, desde los inicuos panegíricos en los que se regocijan indecorosamente.
Se ofenden, por ejemplo, si les hablas de lo Kitsch de las Fallas, de lo desfavorecedor que es el vestuario y peinado de valenciana atendiendo a los cánones de atractivo contemporáneos, no les entusiasma que se observe la ordinariez del humor valenciano, sin embargo, reciben cálidamente una oda a toda forma de bajeza valenciana durante los últimos 20 años presentada como monólogo del humorista Raúl Antón vestido como si de un peligroso poligonero se tratase durante los premios de una de las principales cabeceras de la ciudad. La intencionalidad de escarnio si es que la había quedado eclipsada por la asunción de la identidad que se estaba describiendo por parte de la parroquia, como fue el caso de las ensordecedoras carcajadas de mi acompañante cuyo pueblo representa un origen demasiado directo todavía como para reaccionar de otra manera, pero descuide querido lector, que yo siempre estoy en constante revisión de mis compañías.
Por no hablar de la insolvencia de muchísimas empresas cuyos responsables mucho se pavonean con pretensión durante los diferentes cócteles, donde por cierto si es invierno no siempre se precisa de guardarropa o de la omnipresente corrupción a escala terráquea pero revestida y presentada de un grotesco patetismo, lo que contribuye a su injusta pero comprensible patrimonialización. ¿ Acaso todo este derroche viciado y perverso no puede estar ligado a un provincianismo asentado?
Afortunadamente el panorama no es sistémico como lo patenta una filantrópica Fundación Hortensia Herrero por su sobradamente conocido mecenazgo o inauguraciones como las ya mencionadas de Piur restaurante, con unas estupendas Juana Camps y María Cosín al frente. “ Recuerda a Madrid” reconocían muchos invitados con esa cuadrilátera como barra, un referente capitalino siempre hay que entenderlo como un soplo desafiante frente a lo provinciano.
Finalmente no me inclinaré a desvelar yo mismo la incógnita, el titular es una mera pregunta retórica al servicio de las propias conclusiones de mis queridos lectores.