En el País de Nunca Jamás
El Cap i Casal, a poco más de un año de haber estrenado equipo de Gobierno tripartito y alcalde del cambio, sigue en busca de su particular Atlántida perdida, cual náufrago que otea en el horizonte una nave que cruza el inmenso océano y pasa de largo, agrandando -aún más- la indolencia e intrascendencia de su actual existencia a ojos del Ejecutivo central.
Así se encuentra esta ciudad y sus gobernantes que, a pesar de haberse vendido como algo nuevo, han recorrido un largo viaje durante los últimos 20 años. Este es el caso del flamante alcalde Joan Ribó, ex secretario del Partit Comunista del País Valencià, de Esquerra Unida y actual adalid local de la confluencia de Compromís con Podemos, para la llegada del nuevo Mundo que promete paz, trabajo, igualdad y bienestar social a borbotones y por siempre jamás.
Los políticos del Ayuntamiento siguen ensimismados en sus cuitas internas y con el espejo retrovisor en modo: "y tú más", gracias a la herencia recibida de Rita Barberá, tras 24 años de gestión popular, que ha provocado una resaca que parece no tener final. El PP del Cap i Casal ha quedado extenuado y fuera de combate por KO, tras la retahíla de casos judiciales en los que se ha visto inmerso.
Esta situación permite a Ribó navegar a toda vela, ayudado por la pasividad del PSPV local, que se entretiene deshojando la margarita de su existencia futura apostando todas sus fichas al color de la edil de Seguridad Ciudadana, Sandra Gómez, y, al mismo tiempo, buscando un caballo blanco que le salve de la previsible debacle de las municipales de 2019 y evitar así ser fagocitado por la nueva izquierda.
Por su parte, València en Comú la marca blanca de Podemos y tercera pata del tripartito- continua con sus negocios de transparencia en las Fundaciones municipales, véanse los últimos casos en Inndea, Crea y los contratos menores de Participación Ciudadana. Jordi Peris va camino de convertirse en una estrella del "procés de participació", pero el de sus amiguetes, aunque a este ritmo puede acabar estrellado y salpicando a Compromís y al propio equipo de Gobierno.
Ante todos ellos, nos encontramos con la oposición "constructiva", el optimismo happy y el nosequé del grupo municipal de Ciutadans, capitaneado por el templado Fernando Giner, que cuenta entre sus filas con una variada y heterodoxa tropa a la que no se vislumbra como arma de destrucción masiva, que permita reivindicar o conseguir algo más para esta ciudad.
Mientras tanto, el lamento por la falta de inversión del Gobierno de Mariano Rajoy en el Puerto, el Parque Central y demás infraestructuras e inversiones pendientes de ejecutar es lacerado y apagado con las humillantes y constantes bravuconerías del Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y la continua tomadura de pelo de la inefable Ana Pastor, titular de la cartera de Fomento, a cuenta del Corredor Mediterráneo.
El Levante feliz o el País de Nunca Jamás está más vivo que nunca y su capital puede subsistir sin más recursos que una respiración financiera asistida. A este paso veremos imprimir una nueva edición especial de sellos con los que pagar un renovado Plan Sur, para devolver al ICO los 300 y pico millones de la Marina Real, financiar íntegramente el transporte urbano de la EMT o sufragar los onerosos costos del Palau de les Arts, entre otras causas pendientes y perdidas.
Ante este escenario, cuyo atrezzo urge renovar, la melancolía y el pesimismo no son las actitudes más óptimas para encarar el nuevo horizonte que se vislumbra a partir del próximo domingo 26, pero a la que es necesario acudir y estar presentes, pues la eliminación por incomparecencia es la más humillante de las derrotas.
No es necesario sacar en procesión a la Geperudeta para que recorra sine die las calles de la ciudad esperando el milagro del pan y los peces, pero no estaría de más que los empresarios, el tejido comercial y social despertara, de una vez por todas, y exigiera con contundencia a nuestros políticos un plan estratégico de futuro y las inversiones y financiación necesarias para ejecutarlo y llevarlo a cabo.
Esta sociedad demanda menos postureo, menos llanto plañidero y más trabajo serio, para cambiar la insípida realidad que nos rodea, pues a fin de cuentas, el sueldo de nuestros políticos es sufragado con nuestros impuestos, aunque de sobra sabemos que su realidad virtual para la mayoría de los ciudadanos- es otra bien distinta.
@PereMartnez1