El verdadero origen de la mona de Pascua
No hay Semana Santa ni Pascua sin torrijas, longaniza de Pascua y, cómo no, sin mona. Un pequeño y delicioso manjar que nos encanta comer en Valencia. Y si son la monas hechas de manera tradicional, en el horno del barrio mucho mejor que las monas industriales fabricadas de manera industrial en las grandes superficies, ¡no hay color! Comprar e incluso regalarle la mona a nuestros pequeños e incluso a nuestros familiares en esta época del año es algo muy habitual y los hornos trabajan jornadas maratonianas para que a nadie le falte su mona.
El origen de la mona de Pascua
Para encontrar el origen de este sabroso y tierno manjar, debemos remontarnos a la antigua Corona de Aragón. Aunque su nacimiento aún hoy en día es difuso y no está muy claro en las crónicas locales de la época. Según éstas, ya en el siglo XV en las zonas de las actuales Cataluña y Valencia ya se crearon monas de pascua como todo un homenaje a las festividades religiosas de Semana Santa. Con la necesidad de crear un dulce típico para estas fiestas (lo de añadirle un huevo o anís vendría muchos siglos después). También hay libros que aseguran que incluso la mona de Pascua tiene su origen en la presencia morisca por estas zonas.
Ya a principios de 1700 en la Comunidad Valenciana, era un obsequio clásico que hacía el padrino a sus ahijados e incluso el número de huevos correspondía a los años de edad de los niños. Por lo que la mona se regalaba hasta que el niño llegaba a los doce años. Sea cierta o no esta afirmación, también existe la creencia popular que el origen de la mona de pascua tiene un origen más religioso si cabe. Y es que, la Iglesia desaconsejó ya en el siglo XII en tiempos de cuaresma comer huevo. Pero claro está, las gallinas seguían poniendo, por lo que éstos se iban acumulando. Y como no se podían tirar, porque era pecado, el día de Pascua se regalaba a familiares y amigos una cesta de huevos frescos. Y si se pintaban y decoraban, se convertía en un regalo mucho más especial. Tiempo más tarde se empezaron a incluir estos en dulces redondos.
Aunque lo cierto es que hasta el siglo XIX, no existe la mona de pascua tal y como la conocemos en la actualidad. Y ya en el siglo XX es cuando los hornos, fruto de una imaginación y originalidad propia, empezaron a jugar con la masa dotando a la mona de bonitas formas que, sobre todo, recuerdan a animales o a objetos. El niño o la niña reciban la mona y la sorpresa es triple: contemplar la forma de la mona, la decoración de la misma y el huevo.