El tiempo sí importa, ¿cuántas horas deben dormir niños y adolescentes?
Lo ideal es que los niños desarrollen desde muy pequeños unos buenos hábitos de sueño. Para conseguirlo, un arma eficaz es seguir unas rutinas antes de acostarse. Y, cuando los niños son mayores o ya han entrado en la adolescencia, el mejor consejo es obligarles a ‘desconectar’ de cualquier aparato electrónico, al menos, media hora antes de irse a la cama.
Horas que necesitan dormir nuestros hijos
Que los niños duerman lo suficiente es una de las grandes preocupaciones de cualquier padre, pero no siempre se tiene en cuenta que lo que necesita dormir un niño de dos años no es lo mismo que necesita uno de cinco. Conforme crecen, ese tiempo se reduce, aunque no siempre tanto como se pueda pensar.
- Un recién nacido duerme de 16 a 17 horas, aunque al final del año esa cifra se habrá reducido a las 13-14.
- Entre 1 y 3 años los niños deberían dormir entre 10 y 13 horas al día, incluyendo ene se periodo la siesta.
- De 4 a 5 años, se suele abandonar el hábito de dormir la siesta, aun así, lo recomendable es que los pequeños descansen entre 10 y 12 horas.
- De los 6 a los 13 años las necesidades se van reduciendo poco a poco, así, cuando alcanzan la adolescencia, dormir 10 horas sería suficiente.
- Durante la adolescencia y hasta llegar a la madurez lo aconsejable sería descansar esas 10 horas. Sin embargo, dormir 8 horas podría considerarse ya aceptable.
En cualquier caso, cada niño es diferente y sus necesidades de sueño pueden variar ligeramente. Lo que es importante es que ese descanso sea reparador, procurando que en su habitación tenga las mejores condiciones para ello. Así, a la hora de dormir conviene que la habitación mantenga una temperatura adecuada y que no haya ruidos. Si el niño se siente incómodo le costará dormirse o se despertará a lo largo de la noche.
Consecuencias de un descanso insuficiente
Es normal que los niños, y más especialmente los adolescentes, se resistan a irse a dormir. Pero es importante marcar unas horas y no hacer excepciones. Puede que les cueste, pero se evitarán consecuencias que, a largo plazo, pueden acarrearles trastornos muy serios.
Un niño o adolescente que no descansa, en primer lugar, corre el riesgo de sufrir problemas en la escuela. Al no dormir lo que su cuerpo y su mente necesitan, ese cansancio acumulado se traduce en falta de atención y problemas para concentrarse, de modo que es probable que su rendimiento académico se vea seriamente afectado.
Además, la falta de sueño provoca una reducción de la memoria a corto plazo y un retardo en los reflejos. No solo eso, los niños pueden sentirse especialmente irritados, por lo que podrían desarrollar incluso conductas agresivas. Y, en los casos más graves, no dormir lo suficiente puede desencadenar incluso problemas de crecimiento, obesidad o dolores de cabeza.
Por todo ello, hacer que nuestros hijos cumplan con los patrones de sueño recomendados para su edad es fundamental. Sobre todo cuando son más mayores, siempre tendrán mil cosas mejores que hacer que dormir, pero inculcarles unos buenos hábitos de descanso redundará en su salud a todos los niveles, en su rendimiento y en su desarrollo físico, mental y social.