El origen de los fartons
¡Qué rico está un buen fartón artesanal tanto solo como mojado en horchata! Aunque hay quien lo moja incluso en leche, limón granizado e incluso en chocolate. Un postre típicamente valenciano con más de medio siglo de vida.
Según cuentas algunas crónicas locales nos tenemos que remontar a los años 60 para descubrir el origen del fartón cuando una familia de Titaguas, en la comarca de Los Serranos, se trasladó al municipio de Algemesí en búsqueda de prosperidad (más patente que la que se encontraban por aquel entonces en las montañas).
Esta familia abrió una pequeña tienda de ultramarinos donde también vendían limón granizado y horchata. Unos años más tarde volvieron a trasladarse a la tierra de la chufa Alboraya, un pueblo aún más próspero y decidieron dar un paso más en el acompañante de la horchata.
La gente mojaba en ella de todo, desde rosquilletas hasta pan y la familia no cesó en su empeño de encontrar el dulce que acompañar de forma mucho más gustosa a la horchata. Para ello crearon una especia de bollo mucho más tierno y esponjoso. Sin embargo la cosa no acabó aquí.
La familia poco a poco empezó a adquirir fama en el pueblo y tras adquirir un horno más grande dieron en la diana: el dulce tiene que caber cómodamente en el vaso y también ser agarrado con la mano con facilidad por el comensal. Vamos tan largo como una rosquilleta pero mucho más tierno.
Entonces decidieron utilizar masa del típico panquemao valenciano y hacer dulces alargados pero pintados con glasa para darles más sabor. En ese momento había nacido uno de los postres valencianos más conocidos: els fartons. ¿Lo sabías? ¡Qué aproveche!