Star Wars
El ascenso de Skywalker supone el descenso en la satisfacción de las expectativas puestas en un film que no alcanza las cotas sublimes que merecía esta saga. La vinculación con la trilogía original se convierte casi en una obsesión y termina plasmándose a través de recursos completamente inaceptables prácticamente desde su presupuesto argumental; incluso contiene momentos difíciles de digerir y que flirtean con el ridículo.
La Primera Orden, comandada por Kylo Ren, encuentra un inesperado aliado que le proporcionará una flota asoladora. Ante esta nueva amenaza, la prioridad de la Resistencia pasa por descubrir la ubicación exacta de la base enemiga y atacarla antes de que despliegue su potencial. Rey y sus amigos se lanzarán a la búsqueda del dispositivo capaz de señalar ese emplazamiento, un viaje en el que la joven heroína se enfrentará a dilemas que pondrán a prueba su lealtad a la causa Jedi. Asumido su punto de partida, lo cual requiere cierto esfuerzo, la película discurre de manera prometedora en sus compases iniciales. Los primeros pasos de la aventura, en los que sus protagonistas recorren diferentes planetas habitados por criaturas extravagantes, se acompañan de vibrantes secuencias de acción y alguna sorpresa en clave nostálgica. Sin embargo, a medida que avanza en esa línea de incorporar referencias clásicas se excede en licencias. Utiliza la Fuerza como un comodín y amplía las virtudes de tan poderoso don hasta extremos que rebasan la barrera de lo asumible aun dentro de la ficción. Se debe aplaudir, no obstante, su ritmo dinámico, apoyado en el cambio continuo de escenarios y en la habitual bifurcación de su desarrollo que va alternando el seguimiento de los personajes centrales, a los que agrupa o separa convenientemente. Las sensaciones que deja en el espectador se ven perjudicadas por unos minutos finales poco inspirados. La batalla definitiva se presenta excesivamente recargada, mientras, en paralelo, el duelo decisivo entre el bien y mal que sostiene el universo Star Wars, se resiente de giros y detalles desacertados; aunque el epílogo subsana parcialmente esas impresiones.
Los efectos especiales se han empleado a fondo a la hora de insertar las intervenciones de la desaparecida Carrie Fisher, pese a que, en conjunto, se echan en falta instantes verdaderamente espectaculares. Por su parte, la banda sonora de John Williams básicamente repite los motivos de sus dos predecesoras que liga cuando corresponde con las melodías clásicas. Los actores principales, encabezados por la convincente Daisy Ridley, retoman los papeles en los cuales han demostrado encajar y en determinados casos, ir mejorando paulatinamente. Realmente basta leer el reparto al completo (no es aconsejable) para darse cuenta de esa intención de unir 42 años de historia cinematográfica.
Merece la pena quedarse a ver los créditos de cierre solo por escuchar la música y leer los datos relativos a las distintas localizaciones en las que se ha rodado, pero no hay imágenes ni otros indicios que apunten a una continuación; eso será ya en una galaxia muy lejana…o no.