David Trueba: "Los ideales están condenados a resquebrajarse"
Durante la primera jornada de la 53 Fira del Llibre, el escritor, director y guionista David Trueba (Madrid, 1969) ha participado en un encuentro con lectores presentado por Sergio Villanueva. Durante su visita, el autor también ha firmado ejemplares de su última obra, Tierra de campos (Anagrama), una novela que reflexiona sobre el paso del tiempo, cuestión que para él constituye “el gran tema de la ficción, el más interesante”. “El momento definitorio del hombre es la consciencia del tiempo, darse cuenta de que su tiempo es finito y de que el proceso de madurez y envejecimiento es ineludible, algo que siempre desencadena conflictos”, ha señalado Trueba.
Tierra de campos aborda el viaje que emprende Daniel con el objetivo de enterrar a su padre en el pueblo donde nació. Pero también es una invitación para descubrir quién es realmente Dani Mosca. Según él mismo, únicamente se trata de un tipo que hace canciones. Pero también es el niño que se crio en un barrio humilde; el joven que logró establecer intensos y profundos vínculos con un grupo de amigos; el hombre que vio mundo y disfrutó de su trabajo en la música hasta que los excesos de sexo, drogas y rock and roll acabaron por dinamitar a su círculo más íntimo. En este sentido, Trueba ha resaltado que, aunque nunca pretende realizar un retrato generacional “porque nadie es representativo de su generación”, el protagonista de Tierra de campos sí que engloba “las preocupaciones y las dinámicas de la generación a la que pertenece”. “Sin quererlo, aunque retrates solamente a un personaje, estás retratando a una generación y a una época”, ha admitido.
Tal y como ha indicado Trueba, la novela está orientada “en dos partes muy claras”. Así, la primera está dedicada “a la construcción de los ideales, de las fantasías, de los sueños de una persona”, mientras que la segunda se centra “en la reconstrucción de la persona, en cómo mantenerse en la lucha cuando esos ideales se han echado a perder”. “Creo que la vida también está dividida así: una primera etapa de fabricación del yo y otra en la que tratamos de averiguar cómo el yo puede sobrevivir a todas las frustraciones” reconoce el escritor, para quien los ideales están “condenados a resquebrajarse, y, de hecho, si se alcanzan, dejan de ser ideales”. “El ideal siempre tiene que ser algo que nos ayude avanzar. Un ideal alcanzado jamás será aquello que habíamos pensado que era” ha apuntado el director de Soldados de Salamina quien, a pesar de todo, se define como alguien optimista.
Como suele ser habitual en su obra, la nueva novela de Trueba también está atravesado por un humor ácido que el propio autor considera “una manera de estar en el mundo, un salvavidas ante la frustración. El humor, en la medida en que es distanciamiento crítico, nos permite disfrutar de los acontecimientos, aunque sean negativos”.
Respecto al viaje que emprende Daniel, el protagonista de la novela, Trueba ha señalado que, para él, los viajes físicos “suelen tener un componente de viaje interior. El clásico ejemplo es volver a tu pueblo natal: el mero desplazamiento geográfico hace que te acerques a tus recuerdos, a tu origen”. “Siempre me ha gustado mucho el viaje como una puesta en escena estudiada de lo que quieres contar y del interior de los personajes”, ha subrayado. “Creo que es interesante reflexionar sobre qué le sucede a la primera generación que no tiene pueblo, que no tiene un suelo y unas raíces a las que regresar. La gente tiene mucho miedo a sentir que no hay suelo debajo, la gente necesita sentir lo que hay de realidad bajo sus pies. Cuanto más etéreo es el mundo en el que vivimos más impone esa necesidad y puede llegar a ser peligrosa. Creo que hay que aceptar que empezamos a ser las primeras generaciones que no tienen tierra, que vivimos en el aire, y eso es difícil siempre”, ha apuntado el autor.
Además de la reciente Tierra de campos, Trueba es el autor de novelas como Abierto toda la noche, Cuatro Amigos, Saber Perder y Blitz. Como guionista, ha sido responsable de Perdita Durango, La niña de tus ojos, Vengo y el documental Balseros. En cuanto a su vertiente de director, debutó con La buena vida, título al que le siguieron Obra Maestra y Soldados de Salamina, entre otros. Su última película, Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013), consiguió seis Premios Goya. Respecto a qué criterios le llevan a decantarse por un formato de creación u otro, se ha mostrado rotundo, “la idea cuando llega ya es una novela o una película, yo no lo decido. La historia nace con su lenguaje propio. No me atrae especialmente adaptar mis novelas al cine, no siento esa necesidad. A la gente le puede parecer extraño, pero cuando acabo la obra siento que ya está terminada y lista para encontrarse con su público”.