La Mutant presenta el espectáculo de Xavier Bobés 'Corpus' con un aforo de 25 personas
En los tiempos de la distancia social y los aforos limitados, disfrutar de una obra de teatro se ha convertido en una experiencia mucho más intimista y cercana al espectador. El actor y creador escénico Xavier Bobés (Barcelona, 1977) se ha movido siempre en los parámetros del petit comité, por lo que este nuevo teatro sin aglomeraciones no le resulta extraño; sin ir más lejos, uno de sus montajes más recientes, Cosas que se olvidan fácilmente, se representaba (y se sigue representando por ciudades y pueblos de toda Europa cuando la situación lo permite) ante cinco espectadores. Porque a Bobés lo que le importa es que todo el público sin excepción sienta la conexión emocional que él pretende con sus creaciones, sin importar que se trate de un aforo tan reducido. Por eso, no le supone ningún inconveniente representarlas las veces que haga falta, y por eso ha sido capaz de protagonizar, él solo, cerca de 1.200 funciones a lo largo de su carrera.
En Corpus, que podrá verse en La Mutant el 12 y 13 de febrero mediante dos sesiones diarias, Bobés amplía su núcleo receptor hasta los veinticinco espectadores, pero ni uno más. Sabe que solo así podrán detener el tiempo acelerado en el que vivimos, sentir y participar como es debido en la construcción de un paisaje. Con esta pieza, el artista catalán confirma que sus trabajos, más que teatro, son experiencias teatrales donde los objetos se manipulan para adquirir nuevos contextos, un nuevo discurso, y donde diferentes manifestaciones se entremezclan en una dramaturgia visual donde no son necesarias las palabras. En el caso de Corpus, además de la propuesta escénica personificada por el propio Bobés y sus objetos, hay un trasfondo poético, escultura y la música en directo de la violinista Frances Bartlett.
“Siempre ha sido un elemento clave en mis propuestas”, señala el artista respecto al papel de esta última disciplina. “Utilizo la música como atmósfera y acompañamiento, aunque aquí también tiene su lugar en solitario, mientras otras veces soy yo el que trabaja en el espacio en silencio”. Bobés no ha querido que trascienda ninguna imagen de la representación para preservar el efecto sorpresa entre los asistentes: “No hay un hilo conductor, no hay trama, es un poema y va vinculado a un soneto de Shakespeare que se entrega al público al inicio del espectáculo, y que es un canto a la vida y al hombre”.