Viu València entrevista a Paco Roca en el MuVim
Cincuenta minutos de larga espera y mucho frío después, encontramos a Paco Roca esperándonos en la librería del MuVim. Mientras nosotros lo buscábamos por error en la cafetería, el dibujante valenciano, Premio Nacional del Cómic en 2008 y catapultado hasta la primera línea de la cultura gracias al éxito de Arrugas, atendía una larga cola de incondicionales firmando caricaturas y charlando distendidamente con ellos. Con el bolígrafo cansado pero una sonrisa infinita, nos recibió de buen agrado y comenzamos la entrevista.
El pasado 6 de septiembre se inauguraba su exposición en el MuVim, con un récord de asistencia de 8.000 visitantes durante las dos primeras semanas que hacía que se prorrogara hasta el 6 de enero. ¿Qué nos ofrece Paco Roca: dibujante ambulante?
La exposición quiere mostrar lo que no se ve a la hora de hacer un cómic. Lo que llega al lector es una parte muy pequeña, como una especie de iceberg en que queda mucho trabajo por debajo. Aquí se puede ver todo ese trabajo que hay detrás del producto terminado.
¿Por qué ese título, Dibujante ambulante?
Por dos motivos. Primero porque últimamente no paro de viajar, ya que mi obra empieza a venderse por todo el mundo y de ahí esa itinerancia geográfica que llevo. Por otro, porque para mí emprender un nuevo proyecto es como un viaje emocional en el que tienes que poner mucha parte de tu vida y de tus recuerdos, o de ese bagaje cultural que vas acumulando.
Repasando su trayectoria, en los 90 da sus primeros pasos en la revista Kiss Comix, y unos años más tarde ya publica su primera obra. ¿Qué tal aquella primera experiencia?
Venía de la ilustración publicitaria y había visto mis trabajos publicados en muchos sitios. Pero cuando ves un cómic tuyo, que es mucho más personal que cualquier cosa que puedas hacer en publicidad, te llena mucho. Mis comienzos fueron en el mundo de las revistas eróticas, donde estaba bastante limitado, pero me daba cuenta de que estaba contando algo a alguien, lo cual era muy enriquecedor.
Después de 11 años trabajando en el mundo del cómic, ¿en qué aspectos ha cambiado Paco Roca como dibujante?
Por un lado, en la parte gráfica he ido hacia la simplicidad. Al principio te planteas que en cada viñeta tienes que enseñar al lector todo de lo que eres capaz. Pero en realidad una viñeta es como una palabra en un libro, no hace falta decirle al lector lo bien que sabes escribir, sino hacerle amena una historia. En ese sentido, gráficamente he cambiado mucho. Por otro lado, ha cambiado mi concepto de cómo hacer un cómic. Los dibujantes nos hemos vuelto mucho más ambiciosos. Primero piensas que el cómic va a un público adolescente, pero en realidad hay un público muy amplio y puedes contar las cosas de una forma más literaria. Creo que mi evolución en el mundo del cómic es también la evolución que ha sufrido el mundo del cómic en estos últimos años.
De todos sus títulos publicados, ¿alguno al que le tenga especial cariño?
Es un tópico, pero todos son como hijos, y a todos les tienes cariño pero también les encuentras un montón de pegas. No tengo ningún cómic que considere perfecto y nunca sé cuál recomendar porque todos tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. Si uno realmente es más importante que los demás puede que sea Arrugas, porque fue un punto de inflexión y me permitió ser profesional en esto, y porque ha tenido una difusión que ninguno de los otros cómics ha podido llegar a tener.
En muchos de sus títulos encontramos elementos autobiográficos. ¿Podríamos decir que su propia experiencia ha sido la fuente más importante de inspiración?
Todos los autores tenemos elementos biográficos. De mis cómics, quizá el más personal sea Memorias de un hombre en pijama, que es incluso demasiado real. Eran historias que aparecían en prensa, y a veces podía más la necesidad de contar que la propia censura.
Precisamente en Memorias de un hombre en pijama vemos su trabajo como colaborador en el diario Las Provincias durante un año y medio (de marzo de 2010 a julio de 2011). Después de haber estado trabajando a un ritmo en que nadie le marcaba las fechas a cumplir, ¿se encuentras más cómodo trabajando a su manera? ¿Le gustaría volver a trabajar en este ámbito?
De hecho dejé de trabajar en el periódico por tener que hacerlo por entregas. Estás acostumbrado al ritmo de una novela gráfica, que es mucho más flexible. Es otra forma de pensar y de enfocar el tema. Pero la prensa es muy absorbente, incluso haciendo una página semanal. No entiendo cómo gente como El Roto o Manel Fontevila son capaces de tener esa calidad y esa regularidad a diario. Me parece que es increíble y creo que yo no puedo hacerlo. Por eso al final dejé de hacer esta página, porque iba a empezar a repetirme. Por otra parte, sí que me gustaría volver porque cuando te das cuenta tienes un montón de páginas hechas. En la prensa, la realidad se metía en la ficción, y la ficción hacía que la realidad cambiase. Eso era una parte muy bonita de trabajar en un periódico.
Ha recibido varios reconocimientos por obras como El Faro (2004) o El invierno del dibujante (2010), pero en 2008 recibe el Premio Nacional del Cómic por Arrugas. ¿De qué manera encaja esta noticia?
Es uno de los premios más ilusión te hace porque va más allá de la frontera del mundo del cómic. Los otros reconocimientos se quedan entre los lectores de cómic, pero un Premio Nacional tiene una difusión mediática mucho más grande. De hecho la película surge en parte gracias al Premio Nacional y a esa difusión que tuvo. Por tanto creo que es un premio muy importante porque lleva el cómic a un público que normalmente no lo lee.
Precisamente esta obra, Arrugas, ha sido la que le ha impulsado hacia la primera línea en el mundo de la cultura, especialmente después de estrenarse la película en 2011. Siempre ha dicho que se considera un dibujante en pijama porque le gusta trabajar en casa, pero ¿cómo ha vivido todo este cambio?
Por un lado es lo que todo autor quiere. Es muy costoso hacer un cómic o una película en relación al poco tiempo que tienes para amortizarlo. Siempre quieres que tu obra tenga mucha difusión, y yo he lo he conseguido gracias a Arrugas. Por tanto, es muy bueno todo este efecto mediático que estoy teniendo, pero por otro lado es complicado encontrar el equilibrio entre eso y seguir trabajando.
¿De qué manera se preparó y se documentó para dibujar Arrugas?
Con Arrugas tenía claro que quería hablar sobre la vejez, pero hay tantas vejeces como personas. Por situarlo en algún punto, lo situé en las residencias de ancianos, con lo que tenía que documentarme. Durante seis meses estuve visitando residencias para ver cómo era la vida allí, y hablando con toda la gente que pude. Aquí en la exposición se puede ver parte de ese trabajo.
Cuando le proponen adaptar la historia a la gran pantalla, ¿qué pensamientos le vienen a la cabeza?
Tenemos cierto complejo el resto de medios al pensar que el cine es lo mejor que te puede pasar, por lo que siempre te alegra pensar que hagan una película. Es como la máxima aspiración que tienes, aunque luego te das cuenta de que el cine es menos creativo, que tiene sus limitaciones económicas y que no te haces rico con esto. De hecho, hay veces que tiene más lectores un cómic que espectadores una película. Por tanto, lo desmitificas bastante, y además te das cuenta de lo difícil que es sacar un proyecto adelante. En este sentido, ha sido una suerte que Arrugas haya podido llegar a convertirse en película.
Al ver la película estrenada en la gran pantalla, ¿piensa que cambia mucho con respecto al cómic? ¿Está contento con el resultado final?
Estoy muy contento de cómo ha quedado. Es evidente que no es igual, pero el cómic y la animación son dos medios diferentes por mucho que no lo parezca. El formato audiovisual tiene su ritmo, y sin embargo el cómic tiene una lectura más parecida a un libro. En una película tienes que coger al espectador en el primer minuto y llevarlo de la mano hasta el último.
¿Cuál fue su papel en la producción de la película?
Por un lado, he trabajado en el guión. Ahora tenía la oportunidad de meter muchas cosas que se me habían quedado fuera del cómic, y otras que me chirriaban podían arreglarlas. Y, sobre todo, he aportado toda esa información que recogí en las residencias y que no había forma de meter en Arrugas. Por otro lado, tenía que mantener la estética del cómic en la película, haciendo de nuevo el diseño de los personajes.
¿Le gustaría que se adaptara alguna de sus otras obras al cine? Sabemos que hubo un proyecto de hacer una serie de televisión...
El proyecto que se quedó a mitad fue El invierno del dibujante, que podría haber funcionado como una miniserie de unos pocos capítulos. Ahora estamos trabajando en llevar al cine Memorias de un hombre en pijama.
Además de este, ¿algún otro proyecto a la vista?
Por un lado, pretendemos montar una exposición sobre los Borgia en Valencia para dentro de un año. Y, por otro, sigo con los cómics, que es lo que me gusta. El siguiente se llamará Los surcos del azar, y hablará sobre los diferentes caminos que tuvieron que coger los exiliados al salir de España después de la Guerra Civil.
Por último, después de toda la tarde firmando autógrafos, y hacerlo además en el marco de un MuVim que se ha volcado con su exposición, ¿qué supone para usted todo este reconocimiento?
Es genial, porque percibes mucho cariño. No sabes por qué, pero tus obras llegan de una forma muy emotiva y eso te alegra mucho. Tener lectores significa que puedes seguir viviendo de esto. Pero intentas también distanciarte, porque no es bueno tener muy presente en la cabeza que te van bien las cosas. Pienso que se crea mejor desde la falta de éxito que desde el éxito, te vuelves más conservador cuantos más lectores tienes y eso no es bueno. Lo mejor es centrarte en tu trabajo, que es lo que te gusta hacer. Está bien saber que lo tienes pero intentas no pensar en nada de esto e imaginar como si no tuvieses lectores.