'Cara de pan' de Sara Mesa
Cara de pan cuenta la historia de una adolescente que huye del acoso que sufre en el instituto, al que ha dejado de asistir sin que lo sepan sus padres, y pasa los días escondida en un parque, tras unos setos. Ni su aspecto ni su actitud coinciden con lo establecido, lo que se resume en el apodo que le ha dedicado una compañera, cara de pan. Allí la encuentra un hombre que viste de manera extravagante, que no trabaja y le gusta contemplar los pájaros y escuchar a Nina Simone –aficiones que devienen metáforas de la alteridad: pájaro negro no te van a dejar volar porque eres distinto decía la letra de una de sus canciones–. Poco a poco, se descubre que estuvo ingresado en un centro psiquiátrico. Entablan una titubeante relación en la que deciden que ella se llamará Casi, por sus casi catorce años, y él, Viejo, aunque sólo ha cumplido 54, refugiándose en un limbo no adulto.
Pero en la novela aparece un tercer personaje colectivo que está marcando la tensión de la historia y tiene una presencia muy fuerte aunque no se vea y que lo forman la familia de ella, los vecinos, los operarios municipales que trabajan en el parque, la policía, las autoridades educativas y sanitarias… los adultos biempensantes (en realidad malpensantes).
En esta novela tan breve como intensa, que cuenta con un narrador externo, pero que se sitúa desde la mirada de Casi, la autora cuestiona los límites de la aparente normalidad, de los prejuicios, de la moral impuesta y vigilante.
¿Dónde está el presunto mal? ¿En la relación de una adolescente y un hombre mayor o en esa sociedad vigilante que aplica lo que se denomina en un momento determinado la cultura de la sospecha?
Casi se pregunta por qué las cosas más simples son tan difíciles de creer.
Al mismo tiempo ese entorno tan razonable tampoco se muestra muy efectivo en su labor, como se manifiesta en la incomunicación de Casi en su hogar o la frialdad del centro escolar que no añora su presencia ni cuestiona su ausencia.
También se nos habla en la novela de la dificultad de crecer y adaptarse al mundo adulto con el paso de niña a mujer de Casi, esa paulatina madurez que le va cambiando el cuerpo, la mente, la forma de relacionarse con Viejo, aunque su relación dure tan sólo unos meses.
La autora nos confronta también con los abismos de la fabulación.
A la hora de construir el personaje de Casi, la autora se interesó más por la necesidad de estar sola. Hay momentos en la vida o incluso toda la vida de determinadas personas, que se encuentran más cómodas estando solas. Y muchas veces estas personas se encuentran con una imposición social por compartir, una exhibición pública de todo... y si alguien se guarda algo se entiende como si fuera un problema. La manera de Casi de enfrentarse a esa situación, que es todavía una chica inmadura, es la huida. Casi se queja de que en la escuela le obligan constantemente a hacer cosas en grupo y muchas veces en esos grupos se forman dinámicas de poder por parte de unos miembros y de sumisión por parte de otros. Viejo le cuenta entonces una bonita historia de pájaros que ante esa disyuntiva prefieren morir de tristeza.
Sara Mesa habla de los secretos, de las dobles vidas, del contraste que se produce entre la mirada de los otros y lo que en realidad es. La normalidad es un concepto ambiguo.