Los moriscos valencianos
Los
hispanorromanos que vivían en Valencia, entre los años 700-800, tuvieron que
soportar, irremediable y pacientemente, sucesivas oleadas inmigratorias de
sirios, egipcios, árabes y norteafricanos, entre otros. Tal aluvión de gentes
que procedían del otro lado del Estrecho y del Oriente Próximo arribaban a la
península ibérica y a nuestras tierras valencianas, mayoritariamente, a través
de los puertos de Tarragona, Dénia y Almería, ya que el "mare
nostrum" era la vía más fácil, rápida y segura para viajar de Oriente a
Occidente. La población autóctona, ante esta "invasión" tutelada por
los mercenarios del emirato de Córdoba, poco podía hacer para oponerse. Ante el
" vacío de poder " y la práctica indefensión de sus tierras por parte
de los déspotas gobernantes visigodos - los godi, les llamaban los hispanos a
este pueblo germano - los hispanorromanos hubieron de aceptar estoicamente el
gobierno de los nuevos ocupantes del poder islámico en Al-Ándalus, pues así
rebautizaron a
Al-Ándalus era para los invasores la tierra prometida de Occidente, la recreación de la antigua Atlántida de Platón, era el exceso, el agua tan añorada en el desierto y a la que rendían culto, las acequias de sus huertas para cultivar frutales y hortalizas, una tierra generosa y un clima templado. Y era también poner tierra y mar de por medio a los conflictos políticos y religiosos que se sucedieron tras el derrumbe del califato omeya de Damasco y su sustitución por el califato abasí de Bagdag como nuevo centro del poder islámico. Con el transcurso de las décadas, los hispanorromanos se islamizaron, adoptaron como propia la lengua árabe, que era la oficial, sus modos de vestir y costumbres, y asumieron, en su inmensa mayoría, el islam como religión. Una religión que consideraba a Jesús como un profeta, al igual que Mahoma, y que les hablaba de que existe un solo Dios. Un solo Alá.
En aquellos tiempos, muchos obispos cristianos consideraban el islam como una herejía más del cristianismo primitivo, como tantas otras, y no tanto como una nueva religión oriental monoteista como podría ser el judaísmo, tal era el grado de confusión religiosa de la alta Edad Media, época en la que en España se hablaba, se escribía y se rezaba, mayoritariamente en árabe. De hecho, los visigodos, que a su vez se hicieron con el poder en Hispania por el vacío que supuso la caída de Roma, eran de la secta arriana. No fueron "oficialmente" católicos hasta el Concilio de Toledo en el 589 con la "conversión" de su rey Recadero, y como arrianos no creían, por tanto, en el dogma de la trinidad, no eran trinitarios. O lo que es lo mismo, afirmaban que Jesús era hijo de Dios, pero no Dios mismo. Así las cosas, esta interesada y pragmática conversión al islam del pueblo hispanorromano en territorio andalusí no supuso, en realidad, ningún trauma sociológico, ni siquiera religioso. En realidad, fueron muy minoritarios los hispanorromanos que conservaron la religión cristiana en tierras musulmanas, a los que se les llamó mozárabes. Así, los españoles del año 1000, fueran musulmanes, judíos o cristianos, eran un crisol de etnias mediterráneas y centroeuropeas de la más diversa procedencia, sólo distinguibles entre ellos por su indumentaria, más que por su aspecto físico. Sabido es que muchos califas de Córdoba y gobernantes musulmanes de las taifas se teñían sus rubias barbas y cabellos para no parecer tan godos, pues los matrimonios mixtos eran frecuentes entre las élites musulmanas y cristianas que compartían, en mayor o menor medida a lo largo de siglos de convivencia, el dominio territorial de la península.
Unos quinientos años más tarde, con la conquista de las taifa musulmana de Valencia por las corona de Aragón, los musulmanes, con independencia de su etnia de origen, que quisieron pudieron quedarse y seguir viviendo en la tierra de sus antepasados. Se quedaron, sobre todo, los agricultores y los artesanos, los más humildes. Pero ahora, tras la conquista o reconquista, según quien escriba la historia, ya no eran dueños de sus tierras. Con el reparto o "repartiment" tendrían nuevos amos, nobles cristianos y órdenes religiosas a las que servir, obedecer y pagar los tributos. En cualquier caso, ya lo habían hecho siempre así para los señores musulmanes y aún antes para los visigodos, estaban acostumbrados a trabajar y a pagar tributos. Con el tiempo, muchos de estos musulmanes que vivían en reinos ya cristianos, a los que llamaron moriscos, fueron "convirtiéndose" al catolicismo, en gran medida para facilitar su ascenso en la escala social y económica sin despertar tanto rechazo por parte de los "cristianos viejos" que ostentaban el poder.
El statu quo de la siempre difícil coexistencia
pacífica católico/islámica en España se quebró definitivamente con el Decreto
de Expulsión de los moriscos de 1609. Con toda seguridad, Felipe III y sus
validos, tendrían sus buenos motivos, verdaderos o falsos, para justificar en
sus conciencias una expulsión no exenta de oposición y de rebeliones armadas
por parte de los moriscos españoles, lo que causó destrucción y miles de
muertes. Unos 300.000 moriscos, o sea, españoles de religión musulmana, fueron
expulsados de España. Los historiadores apuntan algunas causas justificativas
de la expulsión como el temor a un levantamiento o revolución morisca contra
La
expulsión de los moriscos se inició en España por el Reino de Valencia, que sirvió una vez más en la
historia de banco de pruebas o experimental de