Este es el castillo más misterioso del mundo
En el extremo noreste de Bélgica es difícil ver el sol. El increíble follaje de su naturaleza es la nota predominante entre la humedad y la poca población que en ella reside. La región de las Ardenas pierde población desde hace más de 60 años y viejas aldeas se levantan entre sus caminos aún empedrados. En este terreno solitario se esconde Celles, en la provincia de Namur. Una localidad poco importante del país pero que esconde uno de los tesoros mejor guardados de este territorio belga.
Planear un viaje al Castillo de Miranda no es muy aconsejable, pero aún así la gente acude. Sobre todo los aficionados a las historias de miedo, la época de los grandes castillos europeos y los amantes de la fotografía. Hoy en día este chateau se encuentra en ruinas y es peligroso visitarlo pero siempre hay curiosos.
Construido hace casi 150 años en un contexto donde Europa aún era vieja y poco industrializada, el Castillo de Miranda fue una de las grandes construcciones de la época. Su enclave natural y sus grandes dimensiones le hicieron pronto gozar de fama y esplendor. Al mando de él, la rica familia Liedekerke – Beaufort que mandó al arquitecto de origen inglés Milner construir este edificio dejando una nada apacible Francia en medio de una Revolución que convertía al país en un territorio nada tranquilo, sobre todo para los más ricos.
El Castillo Miranda fue ocupado casi 80 años pasando de generación en generación por los descendientes de esta rica familia. Sobrevivió a la Gran Guerra pero con el estallido de la II Guerra Mundial, sus ocupantes decidieron marchar a otro lugar. Esto propició a que la NMBS, la Compañía Nacional de Ferrocarriles de Bélgica lo adquiriera pagando, dicen, una buena suma de dinero a sus últimos habitantes.
Tras la II Guerra Mundial, Europa quedó devastada y el gobierno francés y en concreto la NMBS decidieron que el Castillo de Miranda se convirtiera en un orfanato. Pocas décadas duró su cometido, apenas cuatro y en 1980 este impresionante castillo vio salir de él a los últimos niños. Pese a las intenciones del ayuntamiento de Celles de restaurarlo, nunca ha sido posible y hoy es un conjunto de inquietantes ruinas.
Visitar el Castillo de Miranda es ver espeluznantes gárgolas, habitaciones donde aún dicen asoman imágenes de niños, escaleras que ya no llevan a ninguna parte, cocinas que antes dieron de comer a cientos de personas y una imponente entrada que recuerda a la más prometedora película de terror.