Regalar en Navidad, la intención no es lo que cuenta
Un regalo para quien “ya tiene de todo” es más fácil si conocemos los gustos de la persona. Hay quien cae en los sufridos productos de primera necesidad, que siempre se van a necesitar. Pueden ser un recurso, pero por lo menos busca ese jabón con el aroma que le gusta o una mermelada de arándanos rojos de los bosques de Finlandia que no se espera, pues con el regalo, además de que conocemos a la persona, demostramos que nos importa. En el regalo hay que buscar cierta discreción: un broche, un collar un conjunto de gorro y bufanda fácil de combinar, son detalles que salen de lo básico y por ello muchas personas, aunque les gustan, no los compran para ellas mismas. A esas personas que pensamos que “tienen de todo” también les gustan las sorpresas y los detalles.
Más difícil es regalar a quien no conocemos. Aquí debemos ser prudentes. Hay que huir de la ostentación. Tampoco hay que ser rácano, pero tampoco es elegante ofrecer una desproporción de regalo que puede llegar hasta a ser ofensiva. Huya de los regalos que pueden comprometer a la persona: si regala ropa con una tendencia muy definida, esta puede no ser del gusto de la persona que lo recibe, y en ese caso, pondrá a esa persona en un aprieto. Los libros y la música tienen igualmente una apreciación muy personal. En estos casos una vela perfumada, unos cuencos de cerámica o una planta pueden ser un detalle elegante que le dejará en buen lugar sin comprometer a la persona regalada.
Si regalar es un arte, recibir regalos también. Si estos Reyes recibe un regalo que no le gusta, ensaye su mejor cara de perdedor en la entrega de los Óscar y sonría. Agradezca el regalo, siempre podrá cambiarlo más adelante.