Peñiscola, la joya de la Costa de Azahar
Con el título de ciudad desde 1707, viajar a Peñíscola, una población de poco más de 8.000 habitantes en plena Costa Azahar de la Comunidad Valenciana, es sinónimo de relax, naturaleza y unas impresionantes vistas que hacen la delicia de los amantes de las escapadas más románticas, donde es imposible perderse sus emblemáticos anocheceres.
Y es que Peñíscola es naturaleza, es calas vírgenes de la sierra de Irta, es fina arena y temperaturas agradables durante todo el año. Un conglomerado de rutas sobre el mar ideales para recorrer a pie o en bicicleta terminando degustando alguno de sus arroces típicos en la parte antigua del pueblo, que a día de hoy sigue conservando las fachadas marineras de toda la vida.
Algo por lo que destaca este rincón de España es por la historia muchas veces llevada al cine y al teatro del Papa Luna. En plena época medieval, el Cisma de Occidente marcó un antes y un después en la historia de la iglesia con la presencia simultánea de dos Papas.
Uno de ellos, Pedro Martínez de Luna quedó desautorizado por la iglesia de Roma y enamorado de la ciudad decidió exiliarse aquí, asentado su propia sede pontificia y convirtiendo su castillo en palacio y biblioteca. Su contribución histórica ha permanecido irrefutable a lo largo de la historia.
Además del castillo y del relax de su naturaleza para practicar senderismo durante todo el año, viajar a Peñiscola es visitar sus impresionantes murallas que protegen a la población y la entrada al caso histórico o Portal Fosc, encargada por Felipe II en 1578.
El Portal de San Pedro o del Papa Luna, la marjal de Peñíscola, uno de los últimos humedales del Mediterráneo, la iglesia parroquial de Santa María, con tracería gótica del siglo XV, la ermita de la virgen de la Ermitana y la de San Antonio, el Parque de Artillería, zona de casamatas y polvorines rodeados de jardines, el Museo de la Mar, donde se pueden encontrar exposiciones sobre la pesca y la navegación en la ciudad desde la antigüedad, el Bufador, una ruptura entre rocas donde oler el mar y, sobre todo, el Parque natural de la Sierra de Irta, reserva de fauna y flora, los últimos 14 km de costa virgen en el Mediterráneo desde Francia hasta Cabo de Gata de Almería.
Y para los que busquen comer, como buena ciudad levantina, viajar a Peñíscola es comer un all i Pebre de Rape típico, paella de marisco o caldos de pescado, caracoles, dátiles de mar y, por supuesto, arroces donde el arroz a banda o arrosejat reina desde hace siglos.