Núria Espert, la Gran Señora del Teatro, en Valencia
Entrevistar a Núria Espert, la Gran Señora del Teatro, ha sido una delicia, actriz con una sensibilidad exquisita me transmitió que todavía puedo confiar en la humanidad, pues personas como ella, defienden valores, en este caso, a través del Arte. Decidles, queridos/as lectores/as que gracias a Núria Espert y a un gran elenco de actores dirigidos por Mario Gas nos proporcionarán un viaje al interior del alma con la obra “Incendios” de Wadji Mouawad, con sus silencios y con sus palabras en el Teatro Principal de Valencia del 11 al 21 de mayo.
C.S. – ¿En España, se ayuda a la cultura?
N.E. – Un no rotundísimo.
C.S. – ¿Por qué no se ayuda y cómo se podría ayudar?
N.E. – Porque la cultura, aparte del esfuerzo extraordinario que haga la gente, la cultura tiene que ser para que llegue a todas partes, para que todo el país participe, para que forme parte de la vida cotidiana, una cosa que venga desde el Estado y al Estado no le ha interesado, desde que tenemos democracia no se ha interesado por la cultura. Algunas veces hay alguien dentro de los gobiernos que muestra un pequeño interés, que hace una mínima cosa, pero la falta de cultura en España nunca ha sido un problema que se abordase desde la gente que gobierna.
C.S. – ¿Ni tomado como una prioridad?
N.E. – No, jamás lo ha sido, por suerte la sanidad pero ni la educación ni la cultura han sido algo que marcase la agenda de un gobierno, con unos puntos de admiración grandísimos al lado.
C.S. – Como Premio Princesa de Asturias de las Artes 2016 y de una persona, como usted que vive para y por la cultura. ¿Una sugerencia?
N.E. – No sabría que decirte. ¡Hay tanto por hacer! Desde la Educación ligarla con el Arte, con los Sentimientos, con las Humanidades que ahora parece que va a desaparecer del todo; todo “eso” forma parte de esa renovación que necesita este país que sería un punto y aparte.
C.S. – “Eso” sería lo ideal. Si un actor/actriz sube a un escenario y no asume y siente lo que es la obra, no la podrá transmitir al público y más allá del público. Si me permite, usted respira humanidad cuando sube a un escenario. “Incendios” es una obra preciosa que tiene unos cimientos maravillosos que hilvanaría con el “pensar”, con la educación, con la cultura, como lo indican en un párrafo de la obra: “Voy aprender a leer, a escribir, a hablar para salir de la miseria, salir del odio”. ¿No le parece?
N.E. – Claro, claro que sí. Estamos representando un texto donde afortunadamente todos los que participamos, porque es una obra coral, todos nosotros estamos movidos (porque somos profesionales) por unos sentimientos que en cada representación florecen de nuevo. Esta gran obra de Mouawad es como la representación de los dos únicos caminos ante los que se encuentra la humanidad, ante la violencia, ante la injusticia, todo lo que el hombre ha hecho para convertir este mundo que podría ser un lugar agradable, convertirlo en un infierno para millones de seres humanos. Él da una respuesta y esa respuesta es con lo que se va la gente a la casa, con esa respuesta es de lo que hablarán, quizás no esa noche, pero sí en el futuro, entre ellos. Es una obra mágica, es una tragedia violenta llena de poesía. Es un ser humano que ha conseguido convertir en teatro unos sentimientos, unas ideas y los ha transformado en emoción en vez de un panfleto.
C.S. – Hay otra frase; “No amamos la guerra ni la violencia pero hemos hecho la guerra y hemos sido violentos” Lamentablemente ¿Describe la realidad social que vive el mundo actualmente?
N.E. – Sí, absolutamente. Es tan contemporánea. A veces pienso, pero: ¡Qué gusto pensar en un futuro donde esa obra ya sea del pasado!
C.S. – Pero también es un canto a la Esperanza porque también dice: “Cueste lo que cueste no odiaré a nadie jamás” y si se consigue en esa frase ese pensamiento todavía tenemos ese matiz de confianza en la humanidad.
N.E. – Sí. Esa es la gran sonrisa con la que el público emocionado sale del teatro.
C.S. – Esta obra es tan bonita y tiene tanto mensaje que se me eriza…
N.E. – ¡Es bellísima!
C.S. – Su carrera profesional es tan extensa y maravillosa, pero hay algo que siempre me ha apasionado de usted como actriz y que muchas veces ha dicho:”Yo puedo con todo” Actualmente ¿Cuál es el estímulo que le “mueve” para decir sí o no a algo?
N.E. – La vida, sentirme bien, amar lo que hago, tener fuerzas y regalos que me ha dado la naturaleza como la memoria, como los sentimientos, todo eso utilizarlo para continuar con lo que ha sido mi vida profesional y mi vida privada.
C.S. – ¿Qué es lo que todavía no ha hecho y quisiera hacer? Porque yo no me creo que vaya para 82 años porque usted es imparable.
N.E. – (Risas) No me he subido a una montaña, no me he subido al Everest, ni nada de eso, eso me queda por hacer.
C.S. – Pero que dijera: Me queda “eso” todavía.
N.E. – No, no hay ninguna obra que yo piense, hay millones de cosas que no he hecho, montones de pecados mortales que he cometido, no he interpretado a Strindberg, a Ibsen, así que soy culpable de muchísimas cosas, todo eso son carencias pero no me atormentan ni me estoy flagelando con ellas. Estoy feliz con lo que he hecho, tranquila y agradecida a la vida que me ha dado las fuerzas y el entusiasmo para continuar.
C.S. – Empezó a los 13 años pero tiene mérito los valores que le inculcaron sus padres, una pareja obrera, su amor al teatro.
N.E. – Ellos plantaron la “simientita” y me enseñaron a recitar unos versos de memoria, unos buenos, otros horrendos, eso fue el principio de todo aunque no el principio de mi amor por el teatro que vino más tarde, cuando estaba trabajando en el Teatro Romea en la Compañía Infantil. Eso lo hacía como un trabajo cualquiera donde meten a un niño/a pero después me quedé en esa Compañía y me hice una jovencita, ya no una niña con calcetines y allí descubrí el Teatro y descubrí que quería hacer “eso” y quería ser una buena actriz, quería un mejor director, quería un mejor papel, quería un mejor sueldo. ¡Ahí empezó todo!
C.S. – ¿Cómo vivió la experiencia de su debut en dirección con “la Casa de Bernarda Alba”?
N.E. – Esa dirección fue una cosa inesperada que apareció en mi vida, la hice absolutamente aterrada, sin poder dormir por la noche, con el cuello tieso con tanta tensión que tenía. Fue una locura que salió muy bien pero era algo que no se me había pasado por la cabeza. Mi marido me insistía muchísimo en que debía dirigir, probarlo, tratar y ver, pero yo rechazaba siempre la idea diciendo que con tratar de ser una buena actriz ya tenía suficiente, pero después de decir que no mil veces, finalmente, acepté y sufrí muchísimo. Pagué un precio altísimo porque sufrí como jamás, como nunca, pero salió tan redondo que la dirección se convirtió en algo muy bueno para mi imagen y para mí misma y lo hice durante diez años sin parar pero nunca con el sufrimiento de la primera vez.
C.S. – ¡Qué “locuras” más hermosas! Gracias a esas “locuras” nos ha dado obras de teatro con las que hemos disfrutado teniéndola como actriz y como directora. Si me permite el atrevimiento, la “locura” de ir a Londres sin saber inglés y dirigir a la actriz Glenda Jackson. ¡Yo hubiera tenido pánico!
N.E. – Sí, (risas).
C.S. – Para las generaciones venideras de actores/actrices ¿Les diría tirad hacia delante o pensadlo bien? Porque la situación está mal. ¿Qué imperaría?
N.E. – Les diría: ¡Hacia delante! Que siempre ha estado todo muy mal y que ha estado mucho peor, con lo cual, bueno, es luchar y tratar de encontrar tu silla, hay sillas, y hay una para cada uno; hay que luchar para llegar a sentarse.
C.S. – ¿Cómo cuando luchó con su marido Armando para montar, de la nada, su primera Compañía de Teatro? ¿Qué recuerdos tiene de ese momento?
N.E. – Me parecía una locura tener una Compañía propia, tenía 24 años y me parecía que era absolutamente imposible pero Armando lo convirtió en una realidad y luchamos, los dos, a brazo partido para conservarla durante 26 años y eso se dice pronto pero se vive difícilmente. Hubieron muchas alegrías, hubieron muchísimos problemas, infartos y de todo. No es tan maravilloso como parece desde lejos.
C.S. – ¿A veces un silencio en el teatro puede ser más maravilloso que un aplauso?
N.E. – Sí, un sí rotundo, sí. Hay unos silencios en el teatro en algunas obras, en Incendios, que son como el resumen de una vida, el resumen de una profesión, el resumen de todos los caminos que se han emprendido, algunos también equivocados pero si llega ese silencio y llega en “Incendios” se produce una respiración diferente de la que usamos para vivir y es una respiración para la meditación, es lo más bello. Un aplauso es la manera que tiene el público de salir de la emoción y nosotros lo agradecemos muchísimo, ahí se produce un contacto que ya ha estado durante toda la obra, pero la sala se ilumina, la gente y nosotros nos comunicamos y sonreímos todos, ellos y nosotros, pero un silencio dentro de la obra (hay tres o cuatro), “eso” hay que haber luchado mucho para ganárselo.
C.S. – No me cabe duda, que su pasión es el Teatro. ¿Qué le “llena” a Núria Espert?
N.E. – Me queda la vida, unas hijas maravillosas, una nieta maravillosa, me quedan los paseos, me quedan los libros, la vida preciosa. Ahora mismo te estoy hablando viendo un ventanal tapado completamente por unos plátanos enormes, bellísimos, como un telón de teatro que se moviera mágico, como si fuera una función de Robert Lepage, donde los elementos se mueven, los cielos se mueven pues eso es lo que tengo; estoy encantada de estar hablando contigo y la vida es tremenda si la ves en su conjunto y maravillosa si hablas en un instante concreto con una persona.
C.S. Decirle que gracias a usted y a un gran elenco de actores nos proporcionarán un viaje al interior del alma.
Fotos de Sergio Parra cedidas por Secretaria de Núria Espert y por Ysarca
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