3 leyendas sobre València que te harán estremecer
El centro de València, donde sus callecitas hoy nos parecen bonitas y románticas calles, no siempre estuvo tan bien iluminado. Durante siglos fueron calles poco asfaltadas, lúgubres, donde el peligro podía asaltarte en cualquier momento. Con el paso del tiempo, València ha ido reuniendo un sinfín de leyendas tan siniestras como estas…
El barbero asesino de clientes extranjeros
A simple vista se trataba de una simple barbería situada en la céntrica calle de Cerrajeros pero al poco tiempo la oscuridad en torno a lo que en ella sucedía envolvió a esta barbería en un lugar con misterio.
Al más puro estilo del barbero londinense que en época victoriana mató a cientos de clientes, Sweeney Todd, Valencia también tenía su propio Todd. De hecho el bibliófilo Rafael Solaz tiene un registro documental del «barbero diabólico de la calle Manyans».
Según éste, a mitad de calle de Cerrajeros existía una barbería en el siglo XIX a la que, en ocasiones, entraban forasteros a cortarse la barba y ya no salían. Un siniestro hecho que solo ocurría con los clientes extranjeros…
Los niños abandonados en la iglesia de Sant Joan
También conocido como la leyenda del pardalot de Sant Joan. Y es que en esta céntrica iglesia, cerca del Mercado Central, se encuentra un pardalot en lo alto. Hasta ahí todo normal, se trata de un mero elemento decorativo pero lo triste viene ahora…
…. cuenta la leyenda, que a esta iglesia y justo debajo del pardalot llegaban padres pobres pero muy pobres que les decían a sus hijos: “Mira el gran pájaro que está en la veleta y verás cómo en su pico puede aparecer oro”.
El pequeño se quedaba un rato mirándolo, el suficiente como para ser abandonado a su suerte y para siempre… La leyenda segura que la mayoría de veces estos niños eran adoptados por algún comerciante del mercado como aprendiz.
Las emparedadas
Otro hecho que de ser cierto aún hoy en día nos resultaría sorprendente e inquietante a la vez. La leyenda afirma que en algunas de las iglesias del centro de la ciudad aún perduran mujeres emparedadas que se conservan tras sus muros.
No porque nadie les hizo nada si no porque fue su propia manera de vivir la religiosidad. Se dice que en iglesias como la de Santa Catalina, varias mujeres se emparedaron voluntariamente para así vivir la religiosidad mimetizándose con los templos.